30 agosto, 2005

Orden



Es de noche. El hombre toma un taxi. Viaja. El taxista asalta al hombre. Le quita dinero y documentos. El hombre queda abandonado en una esquina. Vienen asaltantes, cuchillo en mano. Lo despojan de sus vestimentas. Huyen. El hombre, desnudo, va en procura de auxilio. Detiene un coche policial. Lo golpean. Es arrestado por no portar identificación. Sospechan delincuencia sexual. Lo encierran en la celda de los sodomitas. Es violado. Grita. Los guardias no vienen. Al día siguiente lo trasladan a enfermería. El médico ordena cambiarlo de celda. Lo dan de alta. Es trasladado a la sección de presos políticos. Después de algunos días lo interrogan. Nada le creen, pues no posee documentos. Nadie sabe o recuerda a quienes lo detuvieron. Lo torturan. Exigen entregue el nombre de sus contactos. El hombre cuenta su historia. Todos ríen. Es incomunicado. Permanece en la celda solitaria por varios meses. Cuando se acuerdan de él, está flaquísimo y loco. Lo envían al Manicomio. Grita que lo dejen en paz. Muere.

* Este cuento integra el volumen Ángeles y verdugos, Mosquito Comunicaciones, 2002

* Ilustración de Virginia Herrera http://virginiaherrera.wordpress.com/

2 comentarios:

Nocturna dijo...

Hola, Diego...

Fue un placer leer varias entradas tuyas, todas muy ingeniosas.

Te agregaré a mis vínculos preferidos.

¡Saludos!

Danilo Gatti dijo...

el Estado rehabilitador

 
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