29 septiembre, 2009

Alienígenas 1


Cuando abrí la puerta del excusado, encontré al maldito extraterrestre instalado allí. El almuerzo me había caído pésimo y necesitaba el inodoro con urgencia. Me miró a través de su escafandra translúcida con aquellos enormes, oblicuos y oscuros ojos de alienígena. Tenía la parte inferior de su traje espacial abajo. Apestaba y eso empeoró la situación porque me vinieron arcadas. Vomité sobre su escafandra. El asqueroso fluido que salió de mis entrañas escurrió empañando el vidrio. Al fulano no debe haberle agradado mi acción, por cierto involuntaria, y llevó rápidamente su mano –o lo que fuera, tentáculo, seudópodo, pata- a la altura donde debieran estar sus caderas. Ya he visto suficientes películas del far-west; a mí no me vienen con cuentos. Le vacié la Walther 38 sobre el pecho. No quería que me saltaran vidrios al rostro. Ocho puntitos verdes aparecieron sobre su traje de cosmonauta, y por ellos comenzaron a escurrir verdes color esmeralda. Antes que cayera, lo levanté en vilo y lo tiré a la tina para que no ensuciara más. Me senté al fin. Y vino el alivio, aunque podía oler la peste de la criatura que convulsionaba en la bañera.

27 septiembre, 2009

Sueños de una gata bizca


A Marcelo, Gabriela y Miguel, pero en especial a Sussy

Los escritores viajaron para participar en una lectura predestinada a no efectuarse. Los recibió una graciosa gata bizca que se les restregó con especial ternura. La hipotética lectura estaba programada en una esquina de un cerro. Hasta allí llegaron los autores, precedidos por la gata turnia trotando ágilmente. Los esperaban un fotógrafo cibernético, un revolucionario retirado (no muy diferente a los escritores), un perro lanudo y otros autores. Por un momento la esperanza brilló en todos ellos, pero luego se desvaneció alegremente. Al fin y al cabo, como ya sabemos, la lectura no era imprescindible. El mundo iba a continuar su marcha ineluctable e impredecible. El fotógrafo cibernético enarboló sus máquinas traídas del futuro y registró la lectura que no se efectuó. Muchas imágenes de aquel evento teórico. La gata estaba sentada como si aguardara aquella lectura que jamás se inició. El ojo bizco miraba hacia adentro graciosamente y hacía felices a los escritores. Por fin todos se fueron a beber y a conversar sobre trenes descarrilados, revoluciones fracasadas y libros maravillosos. Fue una tarde magnífica.
Unos días después, el fotógrafo envió las imágenes fidedignas de aquella quimérica lectura. Entre el numeroso y atento público, faltaba la gata bizca. En su lugar estaba Susan Sarandon, rodeada por libidinosos galanes que la moraban con picardía. Alguien comentó que los galanes que se parecían mucho a Kafka, Buñuel y Freud. Otro echó de menos a la gata. Pero como se trataba de un hecho que no alcanzó a ocurrir jamás, se quedaron con la alegría de aquella tarde imaginaria soñada por una gata bizca.

23 septiembre, 2009

Elecciones 2


La ambición es grande, pero los números no dan. Ni los votos presuntos, ni los aportes de los mecenas, que se han esfumado. Hay que liquidarlo todo, decide el candidato. No perseverar en el intento. Vender a precio de remate. Ahora. Votos, conciencias, palabras, programas, promesas, esperanzas, sueños. Habrá que dar explicaciones, aunque sean febles, precarias. Quizás algunos, unos pocos avispados, reclamarán traición. Los demás están acostumbrados. Seguirán el rumbo señalado o buscarán otra quimera. Números, nada más que números.

20 septiembre, 2009

Arenga a la patria


El asunto es clarísimo. A los cesantes les encuentras empleo o los conviertes en emprendedores. Construyes enormes cárceles para encerrar de por vida a los ladrones, los traficantes, los homicidas, los homosexuales, los terroristas y las prostitutas. No les concedes libertad provisional y ya, vives tranquilo en tu casa, sin temor a que te atraquen. Vendes las empresas del estado y obtienes fondos abundantes para que todo sea eficiente. Así puedes reducir el impuesto que pagan las empresas y el país crecerá vertiginosamente. Hay que gobernar con firmeza, no se trata de ir por ahí dándole el gusto a minorías étnicas o sexuales. Si las armas de la razón no bastan… en fin, hay otras. El futuro es luminoso.

18 septiembre, 2009

Elecciones 1


Cualquier ínfima semejanza con la realidad corresponde a una mera coincidencia

El candidato asevera que representa al cambio. Ofrece generoso, critica con acidez, ironiza, blasfema, sonríe ante las cámaras Afirma que tiene un programa de gobierno auténtico y que lo cumplirá sin ambages. Convertido en carroñero, aletea sobre los despojos de las otras ligas, una manga de tránsfugas y oportunistas. Antes los calificaba de oportunistas, vendepatrias, corruptos y vendidos. Ahora se han convertido en aliados. O en simples votos a precio de remate. Y para bien de la patria, calcula sus futuros beneficios.

17 septiembre, 2009

16 septiembre, 2009

Clones 1


Lo compré por internet. Tuve que mandar una muestra de sangre junto con mi autorización notarial. Fue bastante caro, pero había decidido hacerme ese regalo. Tras separarme de mi tercera esposa me sentía solo. Mis hijos estaban viviendo en otros países y poco o nada sabía de ellos. Amigos, ni hablar, los negocios nunca dejaron espacio para ellos.
Tal como anunció un escueto correo electrónico, llegó una tarde de domingo calurosa y apacible. Golpeó la puerta y cuando abrí, entró cual Pedro por su casa. Bueno, era su casa. Era mi réplica exacta a la fecha de la muestra: aspecto, recuerdos, conocimientos. Se sentó en mi sillón favorito e inició la lectura del periódico.
De pronto, levantó la vista y la dirigió hacia mí, sin demostrar un ápice de sorpresa. “Tráeme un whisky en las rocas”, ordenó antes de agregar, “de doce años”. Continuó leyendo. Se lo preparé y agregué una dosis mortal de cianuro. Lo merecía. Bebió la mitad del vaso de una sola sentada, exhaló un suspiro de placer y quiso proseguir la lectura, pero no fue posible. Un estertor lo sacudió por completo. Trató de ponerse de pie, pero la muerte lo detuvo. Quedó seco, retorcido, con una grotesca mueca de dolor.
Arrojé sus restos al incinerador de basura, mientras reapreciaba las ventajas de la soledad. Me sentí mejor cuando oprimí el botón que ponía en funcionamiento el horno. Después escancié un whisky de doce años, no de seis como el que le había servido.

15 septiembre, 2009

VIDEO: Orden

http://www.youtube.com/watch?v=J_ua-1B_mvA

En el contexto del proyecto Artesanos de la Palabra

14 septiembre, 2009

El vínculo


El papelito decía: "Brasil con Alameda, esquina poniente, 25, 19, Victoria lleva libro verde bajo el brazo, diario abierto en la cartelera de cines; Túnel pregunta si le ha conocido en el cumpleaños de Enrique; Victoria contesta no me acuerdo haberlo visto ahí; Túnel dice que es hermano de Ramón, el músico". Aprendí de memoria el contenido y lo quemé para mayor seguridad. Ahora lo recuerdo mientras camino por el centro haciendo tiempo, viendo cómo se acerca la hora, miro el reloj: aún faltan diez minutos, salí demasiado temprano de la casa, había estado inquieto todo el día dándome vueltas, más de un año sin noticias, sin ver a nadie, concurriendo a misa todos los últimos domingos del mes a la iglesia convenida hasta que por fin, yo escuchaba aburrido la liturgia, como siempre, de improviso llegó alguien a sentarse a mi lado, vi de reojo a una mujer madura, aunque atractiva. Cuando comenzó a cantar el coro se inclinó un poco hacia mí y susurró Hola, Ernesto, no mires, voy a dejarte un recado en el periódico yo quedé como helado, ocurrió cuando menos lo esperaba, creo que en mi interior pensaba que esto era como un rito sin fin, que nunca iba a pasar nada, cerré los ojos, "Tanto tiempo, tanto tiempo, ahora el corazón salta y me siento como un niño", me quedé así, como soñando y cuando miré al costado no había nadie, pero estaba el periódico plegado esperando que lo tomase; a la primera oportunidad salí del recinto, era una sensación tan extraña, afuera todo transcurría normalmente, caminaba entre cientos de personas que no me miraban, pero yo me sentía como un bicho raro con ese diario apretado contra el brazo, aferrado a él como a la vida. Doy una vuelta a la manzana, estoy a dos cuadras de mi destino, cinco minutos todavía, me detengo a mirar los titulares de los periódicos por cuarta o quinta vez, simulo interés, cuatro minutos y medio, a ver, estoy a dos cuadras, a lo más tres minutos si camino lento, me sobra entonces como un minuto y medio, estudio la vitrina de una tienda de repuestos automotrices, más allá una venta de ropa interior femenina, ¿Necesita algo para su esposa? pregunta la dependiente que está como de guardia en la puerta No, no, miraba solamente me siento idiota por la respuesta y me alejo intranquilo, ah: tres minutos, marcho con lentitud hacia el punto, alrededor el ruido de los microbuses atronando, nunca me ha gustado ese bullicio, comienza a oscurecer y eso ahuyenta mi nerviosismo, enciendo un cigarrillo, cuesta mucho a causa del viento, quemo cuatro, cinco fósforos, aspiro el humo, tengo que doblar el diario en la página indicada, pero cuando atraviese la calle, cruzo, un minuto apenas, apuro el tranco, el diario está listo, lo tomo en la mano izquierda junto al libro de modo que ambos se vean claramente, sostengo el cigarrillo con la mano derecha, cuento los pasos y los pasos son el corazón que late por dentro, treinta segundos, hay algunas personas en esa esquina, ¿será alguno de ellos? Hacia el poniente hay un resplandor rojizo cada vez más débil, atravieso Brasil a las siete en punto y comienzo la espera. Cerca mío hay una pareja de ancianos que descarto de inmediato; una mujer joven, bien vestida que mira la hora con inquietud, tendría que haber visto bien el libro y el diario desde donde está, no, no puede ser ella; por Alameda se aproxima un hombre de barba, anteojos, con un portadocumentos, pasa por mi lado sin mirarme, observo desilusionado como se aleja; ahora se detiene un auto y desciende un individuo del interior, el coche parte, hay tres tipos adentro, no alcanzo a ver sus rostros, el que se acerca hacia acá es alto, fornido, terno café claro, me cruzo con sus ojos, imagino la pistola que oculta bajo la axila, ¡qué bien hice en quemar el papel!, bajo la vista para mirar el reloj, las siete y cinco, escucho sus pasos, cierro los ojos un segundo, alguien me toma el brazo con fuerza y pregunta la hora, en frente hay una jovencita de rostro risueño, veo ahora como el tipo de terno besa a la mujer que esperaba en la esquina, Son las siete ni siquiera miro el reloj, ¿Te pasa algo?, te ves nervioso me dice, reparo en sus ojos verdes, tendrá dieciocho, tal vez veinte años, es bonita, No tengo nada contesto apresuradamente para librarme de ella, ¿No nos hemos visto antes? insiste ella con sus ojos Claro, en el cumpleaños de Enrique , No recuerdo haberte visto , Yo sí, soy la hermana del pianista, de Ramón, ¿te acuerdas? , quedo en silencio, sorprendido, se toma de mi brazo sonriendo y caminamos por Brasil abajo, Hola Victoria me dice con aire divertido, Hola, Túnel contesto un poco avergonzado y nos ponemos a reír como locos, tanto que la gente del barrio se fija en nosotros y un anciano mira con admiración a Túnel, Lo felicito musita guiñándome el ojo con picardía, Gracias contesto y aprieto el brazo de Túnel mientras nos alejamos.

12 septiembre, 2009

Arthur Miller en Chile


Aquellas reflexiones y recuerdos inevitables que surgen a propósito de los nefastos aniversarios del 11 de septiembre de 1973, me trajeron la estampa serena e inteligente de un escritor que supo darse tiempo para venir a defender nuestras conculcadas libertades en plena dictadura. Así confirmó que los escritores pueden y deben actuar en la vida social y política; desgraciadamente un ejemplo poco seguido en nuestros días.

La muerte de Arthur Miller el año 2005, cuyos méritos en cuanto a escritura están fuera de discusión, generó menciones en la prensa local, aunque por cierto mucho menos de las que uno hubiera esperado. La literatura ostenta una magra importancia –por no decir nula- en la llamada posmodernidad, frente a otros asuntos de auténtica relevancia que los medios de comunicación exaltan a niveles galácticos, tales como los enormes senos de una reina de festivales, la hostigosa propaganda de las teleseries que adormecerán las conciencias durante el primer semestre, y nuestros bullados y dudosos éxitos deportivos. Pero éste es otro asunto.
Aquellos representantes de la ínfima minoría que todavía privilegia la cultura recordarán con admiración obras tales como Las brujas de Salem o Muerte de un vendedor viajante, de entre una extensa lista de títulos que –para muchos- lo erigieron en el dramaturgo estadounidense más destacado, aún por sobre Eugene O’Neill y Tenessee Williams. Se distinguió como un acerbo crítico de la cultura norteamericana; en sus obras abordó el conflicto social generado por el individualismo propio del modelo liberal, que lleva a la destrucción mediante la ruptura de la ética de la solidaridad y la justicia. No siempre contó con el apoyo de la crítica, con quien siempre mantuvo una actitud –mutua- de beligerancia. Se refería a los críticos como “gente que no puede cantar o bailar” y afirmaba “no conozco a ninguno que sea capaz de llegar al corazón de nada”.
Su intensa sensibilidad ante la injusticia del mundo lo llevó a mantener, durante toda su vida, una actitud activa en pro de la democracia y la libertad, mucho más allá del territorio literario, donde tampoco eludió de tratar estos temas, para él centrales en su visión humanista. En su momento, a fines de la década de 1930, su férreo código ético lo puso en directa (y por cierto peligrosa) trayectoria de colisión con el mccarthismo, inquisición renovada creada por la ultraderecha (y su pontífice fascistoide, el senador Joseph McCarthy) para perseguir al comunismo en una suerte de guerra interna infame desatada contra intelectuales y artistas en la “más grande democracia de occidente”. Miller se negó a dar nombres a la temida comisión de actividades antiamericanas encabezada por el implacable McCarthy, en tanto otros sí lo hicieron, como fue el caso de Elia Kazan (quizás el director que mejor entendió su obra), con quien se enemistó posteriormente. Sólo once intelectuales se negaron a delatar a sus colegas comunistas en el interrogatorio de la “comisión”. Las brujas de Salem es una metáfora de la caza de brujas de aquellos años de persecución, y hay quienes detectan en la obra un ajuste cuentas con Kazan.
Esos decididos pasos en pro de la democracia lo trajeron a Chile en los días previos al plebiscito a mediados de 1988, junto con el gran novelista William Styron (autor de novelas descollantes como La decisión de Sophie y Las confesiones de Nat Turner) para solidarizar con los artistas y escritores chilenos, a respaldar su libertad de expresión y sobre todo para apoyar la lucha de la oposición en contra de la dictadura de Pinochet. Tuve la suerte de compartir muchas horas con Miller y Styron en la Sociedad de Escritores, donde estuvieron en varias oportunidades, y conversar con ellos y otros escritores –entre ellos Poli Délano, uno de sus anfitriones. Ambos escritores se reunieron también con la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, liderada por la inolvidable Sola Sierra, y con la Vicaría de la Solidaridad, entre muchas otras organizaciones de derechos humanos.
En la sede de la Sociedad de Escritores, Miller dio una conferencia donde explicó las razones de su visita. Allí expresó “Nos preocupa la situación de los periodistas puestos en prisión. También supe que artistas y actores fueron amenazados. Quiero demostrar que en Estados Unidos nos preocupamos por estas cosas”. “Para mí, Pinochet representa la dictadura y pienso que es inaceptable”. Por ahí un periodista agudo y bien vestido lo enfrentó con dureza preguntándole acaso había venido para ser utilizado políticamente; Miller sonrió para contestarle con simpleza: “sí”, respuesta que fue saludada con risas y un aplauso estruendoso del público.
En uno de los sucesivos encuentros, no pude resistir la tentación de –al saludarlo- estrecharle la mano vivamente y expresarle en mi limitado inglés “la enorme dicha que sentía por sostener la mano que había tenido el privilegio de acariciar a Marylin Monroe”. Él celebró con entusiasmo esta salida de madre, haciendo gala de buen humor, tal vez adivinando que era otro más de los eternos enamorados de la estrella. Los cuatro años que compartió con Marylin fueron turbulentos y complejos; apenas pudo escribir algo, y lo expusieron a una fama adicional todavía más intensa que la ganada como dramaturgo. Su relación con Marylin lo persiguió toda la vida, y en su estadía en Chile le preguntaron sobre ella varias veces en público; una de aquellas veces el escritor afirmó: “si estuviera viva, ya no sería un mito, y si pudiera hablarles, les diría que quisieran mucho a sus hijos, porque los maltratos que sufrió en su infancia la destruyeron más tarde”. No faltó la nota graciosa y absurda: un pasquín local nos avergonzó como país titulando “ex marido de Marylin Monroe visita Chile”.
Era muy, muy alto, y con su envidiable impermeable flotando se veía imponente caminando junto a nosotros, sus más bajos colegas chilenos, que nos sentíamos protegidos a su alero, como si nada fuera a ocurrir desde ese momento, como si el poder de la dictadura comenzara a corroerse, anticipando el derrumbe.
Ganador del codiciado Pulitzer, reconocido más allá de las fronteras de su país por su aporte a la dramaturgia, nunca se abandonó a la tentación de la comodidad, el glamour, o el mero distanciamiento de los problemas sociales. Indagó en la suciedad oculta debajo de las alfombras del sueño americano: la corrupción, el doblegamiento de la moral ante el poder del dinero,
Casi a los noventa años, murió en la casa de la granja en Connecticut que compró con su primer éxito teatral: Todos eran mis hijos. Con sus propias manos construyó su estudio y el mismo escritorio donde después escribiría Muerte de un vendedor viajero
A pesar de que recuerdo a Miller como un hombre que supo mostrar alegría en aquellos días de su visita a Chile, no era de sonrisa fácil. Por momentos su rostro reflejaba desazón, tristeza, y un examen más atento de su actitud un poco distante, incluso fría, aunque jamás desatenta, revelaba que en su interior flotaban sentimientos de rebeldía y disconformidad. Creyó que el teatro era un arma para traer luz al mundo, para disminuir las injusticias y el dolor humano. No sé si tiene razón, pero simpatizo con la idea; es más, intuyo que de un modo intrincado, inaccesible, está en lo correcto. Lo recuerdo con afecto, enorme y solidario, afectuoso, sabio, triste, ingenioso, ajeno a la complacencia, y sobre todo, lleno de ternura por la humanidad.

11 septiembre, 2009

De lobos y ovejas


Primero la follaré y después la devoraré, anunció el Lobo, y una profusa salivación emanó de sus fauces temibles. Golpeó el vaso vacío contra la barra como para impresionar a sus compañeros de parranda. Ya se las verá conmigo esa tal Caperucita Roja.
La verdad es que los impresionó, pues recientemente había derribado, en días sucesivos, las casas de tres cerditos hermanos para engullirlos vivos ante el horror de los paralogizados vecinos.
Salió de allí con paso decidido hacia el bosque.
Algunas semanas después lo vieron comprando menestras en el almacén del pueblo. Tenía la piel teñida de blanco, el pelo de la cabeza ensortijado y bien recortados los colmillos y las garras. De su brazo colgaba una dichosa Caperucita vestida con sus mejores galas. Pagaron con la tarjeta de Lobo, que la extendió con aire sumiso al tendero. Cargó las mercancías en su carruaje, miró con nostalgia el bar desde donde lo contemplaban sus amigos, y dio media vuelta para ayudar a su esposa a subir.

09 septiembre, 2009

El sitio


Está el castillo sitiado por un ejército enemigo. Quienes resisten en la fortaleza de piedra padecen de sed, hambre y fatiga. Desesperado por el asedio, el Barón hace llamar al Mago, quien ejecuta un sortilegio de inversión; ahora es el ejército invasor quien resiste dentro del castillo y son las fuerzas del Barón las que hostilizan a los defensores.
El Amo de los enemigos despierta sobresaltado y sorprendido por su propio sueño. Ordena el ataque.
El Barón despierta en su sillón señorial, donde lo había vencido el cansancio; escucha los clarines del combate y corre para organizar la defensa.
Bulle entonces la carcajada del Mago por almenas, fosos y puentes levadizos, por el llano. Lanza sus sortilegios maravillosos. Ríe.
El Barón nada oye y carga furiosamente con sus hombres hacia los torreones.
El Barón no escucha sino los gritos de sus enemigos y desenvaina la espada para la que será, acaso, su última batalla.

06 septiembre, 2009

Viaje nocturno


Leonor despertó a la luna para hacer más apacible y translúcida a la noche. La luz blanquecina sostuvo una breve batalla con la oscuridad antes de hacerla retroceder hacia los más impenetrables reductos.
Después se despojó de las ropas, tomó un gran sombrero color naranja y con cinta de tercio¬pelo, y se echó a volar suavemente por los barrios cordilleranos que eran los más favorables para un viaje de esa naturaleza.

05 septiembre, 2009

El guerrero



El mejor guerrero de una tribu nómade, el más valeroso y el más fuerte, se ha quedado en el camino mirando con desprecio la caravana que se aleja. Piensa que son unos cobardes, que ninguno es capaz de sobrevivir por sí mismo en el desierto.
No son hombres verdaderos, piensa.
Algunos días después, el guerrero muere calcinado por el sol. De su cuerpo devorado por las aves de rapiña sólo quedan osamentas. Su arrogancia son huesos blanqueados en la arena interminable.

04 septiembre, 2009

El arquero


Un arquero oscuro y perverso dispara flechas que deberán encontrar el corazón del enemigo, que está solo, desarmado, preocupado del cuidado de una rosa deslumbrante.
Las flechas cruzan limpiamente el valle, llegan a destino, pero horrorizadas de ensuciarse con crueldad y sangre, retornan y atraviesan al arquero uno y otra vez, hasta dejarlo irreconocible.

03 septiembre, 2009

Muerte del mago


El último Gran Mago agoniza, viejísimo y agotado su cuerpo, pero lúcida su mente, poderosa y viva su magia como el primer día, hace milenios.
Acuden a despedirse cientos de seres fantásticos productos de su poder; ángeles y sirenas, licántropos y vampiros, monstruos fabulosos que sollozan sin consuelo junto a su lecho, que es la piel de un unicornio.
El Kraken y la serpiente marina, criaturas preferidas y privilegiadas, lloran silenciosamente, con respeto, sobrecogidas, sin pensar siquiera en chapotear o salpicar.
- Sólo el Hombre no ha venido - señala el anciano, con un gesto de inmenso dolor -, sólo él. Y muere.

02 septiembre, 2009

Lucha social


Una rosa descontenta con su cuidado pincha furiosamente las manos del jardinero y maldice al jazmín vecino que sólo da perfume, ¡el muy inconsciente!
 
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