29 abril, 2011

Cambios de horario


Mediante sucesivos decretos, el gobierno fue estableciendo cambios de horario cuya acumulación determinó finalmente que la vida se desplazara a un ciclo nocturno. En consecuencia, durante el día imperaban el silencio y la inactividad en las calles con raras excepciones: vigilantes, policías, personal técnico de emergencia, bomberos, médicos.
Durante un tiempo reinó la paz. Luego algunos disidentes (nunca faltan) propusieron desplazar el horario para aprovechar la luz del día. La propuesta fue rechazada por las autoridades y el tema se convirtió en disputa central de la política.
Cuando otra coalición alcanzó el poder, se implementó el cambio. A esas alturas nadie recordaba que nada más estaban regresando al origen. Los noctámbulos fueron derrotados y pasaron a la clandestinidad, a la espera de una oportunidad de repostular su ideología.
Aquellos que observan en silencio el devenir de la historia se dividen entre quienes piensan que el asunto da lo mismo y que en el fondo el orden de las cosas se mantiene inalterables, y unos pocos cínicos que aseveran que la diferencia está en quienes ocupan la cima. Tal vez haya otra explicación.

22 abril, 2011

Errores ortográficos 1


En su primer viaje por el trópico, un mosquito lo picó y le transmitió el paludismo. La enfermedad se incubó y su manifestación ocurrió varias semanas después de su regreso. El médico que realizó el diagnóstico preliminar garabateó unas líneas ininteligibles en el reporte. La enfermera que trató de descifrar los jeroglíficos escribió “peludismo” en el computador.
En los días siguientes, el todo el cuerpo del paciente fue cubriéndose de toda clase de vellosidades profusas. En pocos días acabó convertido en un simio peludo. El médico efectuó una nueva anamnesis y advirtió el error. Fiel a sus métodos, registró el cambio de diagnóstico en un papel que entregó a la enfermera, que digitó “peladismo”.
Tras este desaguisado, el infectado se desprendió a las pilosidades y se ganó una fulminante alopecia. Asumió resignado su nueva condición. Una peluca y dos hábiles trazos de cejas resolvieron los inconvenientes. Jamás experimentó fiebres, escalofríos o náuseas. Jamás reniega del sistema de salud. Menos aún del atroz decaimiento de la ortografía o de la espantosa caligrafía que impera en la era de los computadores.

16 abril, 2011

Visita demoniaca

Cuando ya sentía próximo mi fin, me visitó el demonio. Aposentó su peludo trasero sobre mi colcha nueva y cruzó sus patas terminadas en pezuñas. Olía pésimamente, como si hubiera devorado una fuente repleta de ajos y cebollas machacados. Molesto, le representé mediante señas mi reclamo por el insufrible hedor. Echó a reír expeliendo fétidas nubecillas de azufre. Sus membranosas alas se estremecían con las carcajadas. -No mañosees –me dijo con una voz aún más terrible que su aliento-, mal que peor he tenido la deferencia de venir a verte. En aquello tenía razón, reflexioné, y asentí. Quizás tenía algo importante que comunicarme antes de que yo expirase. -¿No quieres saber el destino que te aguarda? –bramó molesto el demonio. Denegué con la cabeza y mantuve el silencio. Eso lo irritó más. -Ya sé que te desagrada el imperio de mis paradigmas… pero no puedo responder por ello. Nadie reclama, ni siquiera los sacerdotes, que se han transformado en mis embajadores principales, de modo que tú, que tú, que nos has sido precisamente un santo… El diablo estaba muy enojado y yo sin fuerzas. Ni siquiera se me ocurría cómo ayudarlo. Era evidente su costumbre de ganar cuanta partida se le ofrecía. -Bueno, ¿quieres un trato? Sí o no, necesito una respuesta. Conste que estoy bastante ocupado por estos días. Volví a denegar sin abrir la boca. Me sentía cada vez con menos energías. La vida me abandonaba con premura. Partió furioso tras despedir llamaradas sulfurosas. Ese gas me sanó, quizás por qué misteriosa razón. Tal vez me haya dado una chance para que me convenza de algo. No tengo la más mínima sospecha. Y no ha regresado

10 abril, 2011

Consecuencias del Mesmerismo

En plena sesión espiritista, cuando los participantes comenzaban visiblemente a perder la paciencia, a uno de ellos –a título de último recurso- se le ocurrió invocar a Franz Mesmer. Entonces sí que ocurrieron muchas cosas. Una silla antigua, de estilizadas patas curvas, se largó a correr como gacela por la estancia entre los aullidos de las horrorizadas damas asistentes. Un sillón pesado y burdo partió en su siga, dando saltos prodigiosos para su contextura. La mesa alrededor de la cual se efectuaba la ceremonia también adquirió vida y comenzó a caminar por las paredes con la habilidad de un arácnido. El sillón acorraló a la silla con evidentes intenciones de aparearse con ella. Esa fue la gota que rebalsó el vaso. La médium prendió la luz y pronunció un conjuro indescifrable y agregó algo sobre el magnetismo animal. Las cosas regresaron a la normalidad rápidamente. Los muebles se tranquilizaron y volvieron a sus puestos, mansos y estáticos. Desde entonces profeso un riguroso materialismo.
 
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