29 julio, 2012

Una de zombies


Salieron de nuevo con la idiotez del Día del Zombie. Me tenían hasta la tusa. Los ametrallé sin piedad con mi AK-30. Cayeron, pero volvieron a levantarse caminando grotescamente. Volví a disparar, pero cada vez llegaban más de ellos. Caían muchos, pero llegaban más. Me atrincheré en esta armería, totalmente solo. Estoy rodeado por millones de esperpentos. Les vuelo la cabeza a cien y aparecen mil más. Estoy perdido. En algún momento se acabará la munición o me quedaré dormido. Dejo esta historia como testimonio, ojalá alguien que no sea un zombie pueda leerla. 

22 julio, 2012

A tu puerta



            Ella amaneció enojada, con un mohín de resentimiento grabado en las facciones duras. Me pareció detestable su actitud. Cuando pensaba en esto, se sintió un fuerte estremecimiento acompañado de un fragor intenso, y la tierra se abrió para tragarla. Quedé patidifuso.

Así me fui al trabajo, en estado de total consternación. No bien entré, mi jefe me convocó para reprenderme y amenazarme. Lo escuché presa de furia apenas contenida. Vino de nuevo el estruendo, se formó una grieta en el piso y acto seguido mi interlocutor despareció aullando por entre sus bordes.
Ahora golpeo a tu puerta sin previo aviso. Seguramente voy a interrumpirte, a importunarte. Tal vez estés de mal humor por alguna razón que desconozco. Te recomiendo que tengas cuidado. 

14 julio, 2012

Juego de niños 2


El azul oso de peluche escribe a toda velocidad en la máquina de escribir Underwood sin siquiera mirarme. Me pregunto acaso transcribe mis declaraciones o consigna una serie de idioteces sin sentido. Al término, da vuelta el negro rodillo y me extiende su brazo regordete con el documento. “Examínelo”, ordena con voz de trueno. “Siéntese allí”, decreta indicando un escritorio lejano y medio desvencijado. No me atrevo a contradecirlo. Camino hacia allá con mis larguísimas piernas de Barbie. Observo que el azuloso contempla el cimbrar de mi trasero mientras me aparto. Me parece auspicioso.

06 julio, 2012

Amores prohibidos


El ángel se enamoró endemoniadamente de la diabla. Tal era la energía de su pasión, que el pensamiento primordial que dominaba su mente era poseerla. La pobre diabla reclamaba ante tanto acoso, aun cuando era evidente que disfrutaba las embestidas de su alado e tenaz amor. Nadie le había proporcionado jamás semejante ardor en el mismo infierno, ni menos ese vigor extraordinario, tal vez causado por la abstinencia. El ser alado ni siquiera cuestionaba su proceder por satánico, o al menos demasiado carnal. Una ínfima señal, un cántico, un contoneo de la diablesa constituían mérito para desencadenar las tormentas del habitante de la bóveda celeste. Olvidados por completo de sus deberes, hicieron caso omiso de las amonestaciones de sus jefes. Así fueron felices en un territorio que no era propiamente ni el cielo ni el infierno.
 
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