28 septiembre, 2013

La era de lo desechable


Desechó a Bárbara por mala de la cabeza, eso dijo, que tenía una teja corrida y se dedicaba por entero a vigilarlo. Lo que no contó fue que ya tenía otra novia: Rebeca. A Rebeca a poco andar se le declaró una sicosis severa: en cualquier mujer veía una  eventual competidora. Eso acabó por pudrirlo y la abandonó de un día para otro. Lo que no contó es que ya tenía una nueva pareja: Antonia. Ella era una actriz famosa, muy bella. Tras unos meses de vida feliz en común, se entregó a la bebida sin restricciones. Alcoholizada totalmente, consumía varios litros de alcohol en una jornada y en el paroxismo de la borrachera siempre lo increpaba por insensible. Como usted ya podrá suponer, Antonia fue despachada sin mayor trámite. Y él  ya se había agenciado a Eleonora, una profesora muy bella. Vea usted como termina esta historia.

21 septiembre, 2013

Insectalismo 1

   
            Yonny abrazó con pasión la causa del insectalismo. Según su ideario, ni siquiera los entomólogos podían sentirse autorizados para –en nombre de la ciencia- disecar especímenes. Aseguraba a sus camaradas que toda especie de insecto estaba amenazada por el espectro de la extinción; con ella vendría el holocausto del planeta y de la humanidad toda.
            Arrastrado por su idealismo extremo, dinamitó la sede donde se llevaba a cabo el Congreso Internacional de Entomología. En la horrenda explosión murieron centenares de científicos, periodistas, autoridades y empleados.
            Una vez apresado, Yonny declaró que la salvación de la Tierra bien valía la vida de unos pocos. Que en el futuro se entendería la razón de su sacrificio y que millones seguirían la senda señalada.

            Fue ejecutado sin apelación a pocos días del desastre. No fue el final del asunto, por cierto. Así se dan las cosas, con arreglo a las incontrarrestables normas que rigen nuestros actos.

13 septiembre, 2013

Mascota caprichosa

El perro se sentó en el sillón y encendió un habano perfumado, mientras el humano acarreaba las pantuflas para depositarlas con humildad a sus patas. El humano lamió la pata delantera que le extendió, condescendiente, el can. Miró las noticias consumiendo el cigarro a grandes bocanadas. Cuando le dio apetito, se encaminó a la mesa para ocupar la cabecera. El humano ya tenía dispuesto un banquete para emperadores. El perro fue zampándose  los manjares uno tras otro, con eficacia sorprendente. Cuando hubo terminado, emitió un eructo con trazas de ladrido; luego partió a ocupar la cama que había sido del humano. Se durmió pronto. Soñó, complacido, que su sirviente lavaba y ordenaba la loza, y que además velaba su descanso. 

07 septiembre, 2013

Antiutopía 1

            El ácaro mutante entró por su oído mientras D dormía, perforó el tímpano para abrirse paso al cerebro. D aulló de dolor y saltó de la cama, desesperado. La molestia pasó pero dejó su huella. D se acostó, inquieto. El ácaro inició su avance; con sus quijadas filosas cortaba e iba devorando la materia gris. D había caído a un pozo de sueños negros y profundos, sin escapatoria. Sus recuerdos se iban borrando a medida que el ácaro realizaba su labor devastadora. Cuando al día siguiente D abrió los ojos, el trabajo estaba hecho y el objetivo cumplido. Se iniciaba una nueva era.
 
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