
La chica se empeñó en cambiar su nariz: quería una más pequeña y respingada. Sus abnegados padres se lo concedieron. Hay que decir que antes ella se había teñido el pelo de rojo e insertado siete piercing en aquellas escasas partes de su cuerpo todavía no cubiertas por un tatuaje. Tras sucesivas pataletas convenció a sus progenitores para realizar nuevos cambios. Se agrandó los senos, aplanó su barriga, estilizó sus piernas y afirmó sus nalgas. Y muchas otras cirugías. Dos años después poco quedaba de ella misma. Sufrió una crisis identitaria que agravó su bulimia y la depresión endógena que la afectaban. Desesperada, se arrojó desde la terraza de un edificio. Nadie reconoció sus restos.
De hecho, me reí. Nuncq quedo indiferente al humor negro. Sad but true. Creo además, que eso está sucediedo tambien a nivel mental. ¿Somos relmente lo que vemos en el espejo, o lo que decimos (o creemos decir)?
ResponderBorrarSaludos
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Primera vez que paso por acá. Me ha gustado el texto: como una versión del barco de Teseo en una sola persona. ¿No será un poco así la vida de todos, uno mismo es uno en un momento y otro después? Es decir, incluso sin cirugías. Un cordial saludo.
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