La hora pasa y los deudos van menguando con velocidad creciente. Cada media hora me incorporo para observarla. Su belleza serena me conmueve y me excita. En la ventana alcanza a vislumbrarse el nacimiento de sus pechos soberbios. Las fotografías que descansan entre las guirnaldas atestiguan su hermosura arrobadora. El amor y el deseo crecen en mi interior como bestias incontenibles. Por fin se retiran los padres, arrastrando los pies, antes de despedirse me advierten que la capilla cerrará en unos minutos. Me desean conformidad. Les digo que me quedaré orando esos minutos. Quedo solo. Me oculto bajo el ataúd, atrincherado entre guirnaldas. Viene un ominoso silencio que interrumpe el sacristán, que entra al recinto y cierra la puerta con candado. Siento su respiración acezante, la brutalidad con que levanta la tapa de la urna. Desnudo se encarama sobre el cajón gimiendo palabras de amor, le arranca las vestiduras a tirones y lanza terribles imprecaciones. Entonces salgo de mi escondite y le propino a la bestia el golpe mortal con un candelabro. Lo aparto con repugnancia y tomo su lugar. Le hablo en susurros, la voy besando en toda su magnífica desnudez, seduciéndola con amor infinito. Toda una noche hay por delante. Después vendrán el duelo, la nostalgia, el amor eterno.
Esta es la bitácora de un narrador que busca en la literatura un espacio para la fantasía, aunque de verdad no logra huir de la realidad. Aquí encontrarás cuentos y reflexiones, ¡bienvenido!
18 noviembre, 2007
Necrofilia, 2
Ocioso, desesperado por la carencia de trabajo, vago por la ciudad. Entro en una capilla donde se advierte mucha actividad. Cuando la veo dentro del ataúd, infinitamente tranquila, sumisa ante la muerte, con una leve sonrisa de satisfacción dibujada en los labios algo pálidos, comprendo que me he enamorado perdidamente. Es la mujer perfecta para mí: jamás me reprochará, carente de caprichos, se someterá a mis designios sin objeciones perversas. Me acerco a los deudos con tranco lento, calculado. Primero abrazo a la madre, que llora sobre mi hombro sin consuelo; luego a su devastado progenitor, a sus hermanos y hermanas que no hallan consuelo. Me siento en las bancas que rodean el catafalco y simulo rezar con los ojos entrecerrados. Sigo el ritmo de las expertas ancianas que recitan letanías milenarias en un circuito sin fin.
La hora pasa y los deudos van menguando con velocidad creciente. Cada media hora me incorporo para observarla. Su belleza serena me conmueve y me excita. En la ventana alcanza a vislumbrarse el nacimiento de sus pechos soberbios. Las fotografías que descansan entre las guirnaldas atestiguan su hermosura arrobadora. El amor y el deseo crecen en mi interior como bestias incontenibles. Por fin se retiran los padres, arrastrando los pies, antes de despedirse me advierten que la capilla cerrará en unos minutos. Me desean conformidad. Les digo que me quedaré orando esos minutos. Quedo solo. Me oculto bajo el ataúd, atrincherado entre guirnaldas. Viene un ominoso silencio que interrumpe el sacristán, que entra al recinto y cierra la puerta con candado. Siento su respiración acezante, la brutalidad con que levanta la tapa de la urna. Desnudo se encarama sobre el cajón gimiendo palabras de amor, le arranca las vestiduras a tirones y lanza terribles imprecaciones. Entonces salgo de mi escondite y le propino a la bestia el golpe mortal con un candelabro. Lo aparto con repugnancia y tomo su lugar. Le hablo en susurros, la voy besando en toda su magnífica desnudez, seduciéndola con amor infinito. Toda una noche hay por delante. Después vendrán el duelo, la nostalgia, el amor eterno.
La hora pasa y los deudos van menguando con velocidad creciente. Cada media hora me incorporo para observarla. Su belleza serena me conmueve y me excita. En la ventana alcanza a vislumbrarse el nacimiento de sus pechos soberbios. Las fotografías que descansan entre las guirnaldas atestiguan su hermosura arrobadora. El amor y el deseo crecen en mi interior como bestias incontenibles. Por fin se retiran los padres, arrastrando los pies, antes de despedirse me advierten que la capilla cerrará en unos minutos. Me desean conformidad. Les digo que me quedaré orando esos minutos. Quedo solo. Me oculto bajo el ataúd, atrincherado entre guirnaldas. Viene un ominoso silencio que interrumpe el sacristán, que entra al recinto y cierra la puerta con candado. Siento su respiración acezante, la brutalidad con que levanta la tapa de la urna. Desnudo se encarama sobre el cajón gimiendo palabras de amor, le arranca las vestiduras a tirones y lanza terribles imprecaciones. Entonces salgo de mi escondite y le propino a la bestia el golpe mortal con un candelabro. Lo aparto con repugnancia y tomo su lugar. Le hablo en susurros, la voy besando en toda su magnífica desnudez, seduciéndola con amor infinito. Toda una noche hay por delante. Después vendrán el duelo, la nostalgia, el amor eterno.
estas enfermo wey
ResponderBorrarMe muero por ser ella... sería la manera de que alguien me amase de verdad, por última vez, abandonando esta triste vida que me quema dejando al descubierto mi alma, y rodeándola simple polvo, carne y huesos ya inmóviles y fríos, pero no cambiaría nada porque ya me siento así, solo que por una vez me sentiría amada, solo una vez, la última, la única...
ResponderBorrarme gusto mucho lo q relata en estas lineas me preguntava. donde puedo encontrar mas? me gustaria mucho seguir leyendo por favor le ruego decirme!!!
ResponderBorrarbestia enfermo mental eres detestableeee
ResponderBorrarq porquueri a necrofilico..... q ascoooooo!
no se que t emotivo a escribir este relato, pero he de admitir que es interesante, apasionado, y dejando de lado la necrofilia, me parece que es romantico.
ResponderBorrarbueno me parecio algo desagradable pero al fin era mejor que lo isieras tu que el idiota del sacristan jajajajaja ademas me pareces en el relatos que la amabas y para mi en lo personal no es malo el amor se expresa de miles de formas vivo o mueto
ResponderBorrarLas desviaciones de la mente no tiene límite. Creo que todos tenemos un grado de eso, solo que a diferencia de los que lo practican, es que tenemos la capacidad de controlarlo.
ResponderBorrarExcelente Diego.
salud.
todos somos objetos vacios aferrados a creer en el amor,
ResponderBorrarlo cual es solo una convenencia material.
no hay que negarlo seria peor e inhumano decir lo contrario,
todos vemos una atraccion en otro ser viviente, solo es atraccion por conveniencia
al contar lo que dices en tu historia revelas tu atraccion hacia algo material.
felicidades!!!!!!!
eso te hace humano!!!!!
que conmobedor mis mas sinseras felisitasiones para el autor de esta magnifica creasion ya que no muchos se interesan por los lasos de amor qe ai entre la bida y la muerte e incluso algunos lo consideran asqueroso o simplemente no lo consideran de su agrado yo en mi opinion lo considero interesante y romantico y como ya e dicho antes mis mas sinseras felisitasiones para el autor de esta marabillosalectura
ResponderBorrarEs mundial la manera en que lo narras ¿sabes? me llevo a imaginarme ese momento, te diría que no estaria para nada mal que continuaras con ese picante que posees y el próximo de quién tratará. super
ResponderBorrares precioso!...es tan sensible como herotico...no se ..quede sin palabras...solo sigue escribiendo lo haces increible, sigue escribiendo por nosotros ..pobres mortales que tenemos que soportar una vida de mierda sin estos sentimientos que tu escribes...los transmites tan bien que podes ver una imagen perfecta.
ResponderBorrarsaludos, Cipryan
putaaaaa sabs que das lastima matate de una vessss y . final se acabo osea comprate una vida y cargatela a mi cuenta okis oki ablaos cuando tengas prsonalidad
ResponderBorrarE·stimado Diego. Leí tu cuento en el blog de Breves no tan breves, ya que me llegó a mi blog por medio de la intercomunicacion de novedades, entonces decidí conocerte mejor y visité tu pagina, a vuelo de pájaro, claro, el cuento me dejo un gusto amargo en la boca, pero reconozco que está muy bien escrito e incentiva la imaginación sobre esos hechos.Saludos Luis, por si te interesa mi blog es http://pasequelecuento.blogspot.com
ResponderBorrarSabes, me ha gustado tu relato. Leo este tipo de cosas porque no me atrevo a escribirlas, tenía una serie de poemas que titulé como Necrosías, pero todas son metáforas que ocultan la belleza del sentimiento, anulan cualquier destello erótico, haciéndolos porquería. Quisiera, si no te disgusta, que escribieras algo más explícito. Te lo agradece una de tus lectoras.
ResponderBorrar