01 agosto, 2010

Amor eterno


No debiste dudar de mi amor, le dijo con voz cadenciosa, pues éste será eterno. Después diestramente le clavó el punzón en el pecho. Ella abrió los ojos, suspiró, y se despidió de este mundo.
Vaciada de sangre, su piel quedó aún más alba. Estaba desnuda, con los ojos cerrados. Él la poseyó con furia, con pasión, con delirio; lloró sobre ella tras desprender el fluido de la vida. Luego la limpió escrupulosamente con una esponja humedecida y la acomodó en una nevera.
Te amaré por siempre, dijo. La besó y deslizó la tapa.

1 comentario: