Esta es la bitácora de un narrador que busca en la literatura un espacio para la fantasía, aunque de verdad no logra huir de la realidad. Aquí encontrarás cuentos y reflexiones, ¡bienvenido!
30 octubre, 2010
De ranas y princesas
El príncipe besó a la rana y ésta se transformó en infanta. Al unísono el príncipe se convirtió en sapo. A ella no le gustó nada aquel anfibio, lo aplastó con su zapato de cristal y se cambió de cuento.
Blancanieves se va con aquel príncipe de todos los cuentos, pero ¿por qué no le vale un enanito para el final feliz? Cruel doncella, ¿es que no sientes nada por los siete corazones quebrados tras las siete colinas, tras los siete arroyos?
Anelio Rodríguez, “Blancanieves y los siete enanitos”, Relación de seres imprescindibles, Ediciones del Oeste, Badajoz, 1998, p. 85.
Vaya, Gemma, ¡qué estupendo hallazgo! La verdad es que ya se podrían constituir antologías con esta clase de recreaciones. He aquí otra faceta de esta princesa pragmática. Se agradece compartir este microrrelato tan bello.
Y se cambió de cuento, ahi está lo importante de este microrrelato.
ResponderBorrarMe gustó esa salida.
No me extraña, querido Diego. Las princesas ya no son ni mucho menos lo que eran...
ResponderBorrarUn beso
Son princesas postmodernas, Gemma,hay que cuidarse de ellas, cariños!!
ResponderBorrarBLANCANIEVES Y LOS SIETE ENANITOS
ResponderBorrarBlancanieves se va con aquel príncipe de todos los cuentos, pero ¿por qué no le vale un enanito para el final feliz? Cruel doncella, ¿es que no sientes nada por los siete corazones quebrados tras las siete colinas, tras los siete arroyos?
Anelio Rodríguez, “Blancanieves y los siete enanitos”, Relación de seres imprescindibles, Ediciones del Oeste, Badajoz, 1998, p. 85.
Vaya, Gemma, ¡qué estupendo hallazgo! La verdad es que ya se podrían constituir antologías con esta clase de recreaciones. He aquí otra faceta de esta princesa pragmática. Se agradece compartir este microrrelato tan bello.
ResponderBorrar