12 octubre, 2013

Encuentro poético

El poeta estaba en su refugio subterráneo, solo, bebiendo un vino también solitario. El sitio apenas justificaba llamarlo taberna y apestaba a humedad, tabaco y alcohol derramado. Me senté junto a él, sin dirigirle la palabra, y me lo agradeció con un suave asentimiento. Largo rato bebimos a ritmos dispares, sin separar los labios para otra tarea que consumir licor en tragos rápidos y urgentes. Así pasó mucho tiempo, pero no sé cuánto. No vino nadie. Finalmente él decidió irse, pero antes ejecutó una reverencia. Me quedé esperándolo, todavía no vuelve.

2 comentarios:

  1. Un micro muy bien trabajado, Diego, que logra dejar un sabor a niebla en el paladar literario del lector. Es en su elisión donde gana la partida.

    Un abrazo,

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  2. Con esa neblina llegó la historia, Pedro, agradezco tu comentario y te mando un abrazo

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