Se desnuda y coloca una lechuza
sobre su cabeza. Tan hermosa es, que aún así, y cubierta de escamas, resulta
electrizante. No me disuaden ni los arácnidos que caminan sobre su piel fría,
ni las uñas filosas como cuchillos, ni la mirada cargada de fuego que ahora me
dirige. Camino hacia ella, a sabiendas del final.
El riesgo de caer seducido siempre está ahí, sea ella como sea.
ResponderBorrarUn abrazo,
Gracias por tus comentarios, Pedro.
ResponderBorrarLa seducción tal vez sea el mayor de los peligros.