Disfrazó a la gallina de pavo
real: una máscara con penacho (que dejaba ver parte de su cresta), una frondosa
cola multicolor amarrada a la suya mocha mediante un cáñamo ordinario. Entrenó
a la gallina para caminar con aires aristocráticos, como salpicando indulgencia
hacia los toscos seres que la contemplasen admirados. Fue una bella impostura:
loca, frívola, inútil, ajena a cualquier pragmatismo. Por eso te la narro.
La inutilidad es la clave, el disfraz es bello pero no sirve
ResponderBorrarabrazo
Diego