11 noviembre, 2008

Cabeza de televisor


La cabeza del hombre había ido tomando la forma del televisor que contemplaba buena parte del día. Mientras más miraba, más iba metamorfoseándose con el aparato. Sus rasgos se fueron desdibujando, hasta que la cara se convirtió en una gran superficie grisácea donde –en momentos gratos para él- surgían imágenes en movimiento. Unos pocos meses bastaron para completar la transmutación: su cabeza llegó a ser perfecto émulo de artefacto televisivo. Se prendía o apagaba –mediante un control remoto- a solicitud de las personas que lo acompañaran, quienes sintonizaban el programa que más les apeteciera. Tras un severo desorden psíquico resultante de la competencia entre los protagonistas de las series que exhibía, cayó en depresión y decidió apagarse para siempre. Sin embargo, nadie quiso aceptar este hecho: todos se sentaban a contemplarlo ávidamente. Después de un tiempo, sus cabezas empezaron a cambiar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Diego, somos dos estudiantes de 3º año de Pedagogía en Lenguaje y Comunicación de la Universidad Austral de Chile, Valdivia.
Te cuento que estamos haciendo un trabajo acerca de ti, por lo que queríamos, si es posible, establecer contacto contigo, para que nos puedas contar cosas, como por ejemplo, en qué estás ahora, si estás trabajando en algo, hablarnos de tus publicaciones más recientes....Para después seguir hablando acerca de tus trabajos, motivaciones, e inspiraciones...
Esperamos nos puedas ayudar, te dejo mi correo, para que nos puedas contestar, desde ya, muchas gracias!!

El correo al que puedes contestar es: daraya@alumnos.uach.cl

Sergio P. Migoya dijo...

Excelente, sobre todo el guiño en el desenlace.

 
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