14 octubre, 2009

Ducha matinal


Ayer instaló la nueva ducha teléfono. La antigua apenas tiraba el agua y se había convertido en un tormento largo y progresivo. El baño de la mañana se convirtió en una experiencia frustrante, la peor manera de comenzar un día. Por eso decidió reemplazarla. Cuidadosamente escogió el modelo y llegó agitado a la casa dispuesto a instalarla esa misma noche para disfrutar en breve los beneficios del cambio. Durmió feliz y esperanzado.
Llegó el añorado amanecer. Caminó hacia el baño, se desnudó y abrió la llave con placer. El cálido y vigoroso chorro resultante de la conjunción de centenares de surtidores ínfimos se estrelló contra su piel. Suspiró. Mucho mejor de lo esperado. Primero sintió ardor, pronto vino el malestar y al fin el dolor. Abrió los ojos para ver su piel cayendo a la tina en jirones. El hombro y el brazo estaban descarnados y se veían los huesos a los cuales todavía se mantenían adheridos algunos desgastados tendones. Soltó la ducha y el chorro maléfico disolvió su abdomen, luego la ingle y por último las piernas. Quiso gritar, pero el chorro saltó a su rostro para borrarlo. La tina, el baño, la casa empezaron lentamente a disolverse. Sólo se oía aquel espeso borboteo del chorro.

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