06 enero, 2012

Amores enormes


Aquel gigante adoraba a las criaturas pequeñas: las contemplaba arrobado, les procuraba alimento y cuidados, creaba parques extraordinarios, los transportaba a las regiones donde el clima fuera más propicio, cantaba con maravillosa voz para inspirar sus sueños.
No obstante, entre los minúsculos seres brotó aquella clase de rebeldía que proviene de la ambición y la envidia. Planearon sus actos con brutal genio. Un día el gigante despertó inmovilizado por millares de hilos de seda. Lo clavaron con alfileres para desangrarlo lentamente. El gigante lloraba. Acabaron por devorarlo.
Al fin quedó la enorme osamenta sobre un desierto infinito. Las criaturas se extinguieron, abandonadas a su suerte. Nadie ha encontrado los restos del gigante. Nadie conoce esta historia, que por otra parte jamás ha ocurrido.

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