El tipo tenía rostro duro y frío.
Vestía de negro, como un cuervo maligno.
-Arben eitel, mein stumpführer
-vociferó indicando en una dirección que yo no quería tomar.
Rehusé moviendo la cabeza hacia
los lados.
-Ander arben eiten, jude! –aulló
fuera de sí
Me sobrevino un fulminante ataque
de risa.
-Arbeit macht frei, jude!
–amenazó con golpearme y me puse en frente suyo, desafiante.
Extrajo de su bolsillo una legra
Luger con la clara intención de emplearla. Le apliqué una lleve de judo y un
golpe de karate para desarmarlo. Le metí el cañón de la pistola por el culo.
Quedó llorando, solo y desconsolado. Nunca me han gustado los cobardes.
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