30 marzo, 2015

Probidad

El Contralor del Ministerio de Ética fue enjuiciado por encubrir el gigantesco fraude que durante una década estuvieron perpetrando  el Subsecretario de la cartera y el Fiscal, coludidos con el Ministro. Mediante facturas de servicios no prestados recolectaron una fortuna apreciable, que presuntamente habría engrosado las arcas de las candidaturas de la coalición gobernante. El Ministro, debido al escándalo,  regresó intempestivamente de sus vacaciones en Tahiti y declaró sus bienes para  despejar dudas: una casa en un sector exclusivo del barrio alto, cuatro departamentos en arriendo, una parcela de agrado, un Jaguar del año, tres coches más para uso de la familia, un campo con crianza de bovinos, más algunas inversiones.  Es decir, el resultado de una vida profesional activa. El Contralor y el Fiscal se negaron a declaran su patrimonio, amparándose en la privacidad que concede la Constitución de la República.

Dos años después, tras una defensa encabezada por respetables abogados de la plaza, los tres funcionarios fueron absueltos. Una docena de manifestantes que acudió al Palacio de Tribunales a abuchear a los jueces, fue dispersa violentamente por la policía. Al día siguiente se organizó una cena de desagravio a la cual acudieron casi quinientos senadores, diputados, magistrados, juristas, empresarios, policías, ministros, embajadores y dirigentes políticos y gremiales. Pocas semanas los rehabilitados funcionarios asumieron nuevas e importantes responsabilidades de acuerdo a su elevado espíritu de servicio público.

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