15 enero, 2014

El tanatólogo asesino 1

Como vivían en una sociedad muy avanzada, el crimen prácticamente había desaparecido. El tanatólogo, en consecuencia, vio declinar su trabajo; su prestigio decayó a un nivel ignominioso.
Así las cosas, el tanatólogo se vio obligado a cometer asesinatos periódicamente para restaurar su honra y autoestima. Por fortuna, su exitosa experiencia profesional realizando autopsias lo había puesto en contacto con una amplia variedad de métodos para prodigar la muerte.
De otra parte, su labor se simplificó, ya que no requería investigar la causa del deceso, debido a su condición de homicida.

Tanta fama acumuló, que le ofrecieron trabajo en las naciones más poderosas. Sabedor de sus propias falencias, declinó aceptar ofertas generosas y decidió afincarse en su posición. Eso fue interpretado como ejemplar acto de modestia. Mucho mejor para él. 

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