13 septiembre, 2015

Ateísmo 29

Se me apareció de improviso, quizás con el ánimo de sorprenderme. Cabeza de pescado, cuerpo de mosca, voz atiplada, alas doradas. Un engendro. “Tú no puedes ser dios”, le espeté con furia. Después lo acribillé. Dios no existe.

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