17 septiembre, 2015

Resiliencia a los desastres

El terremoto comenzó causando primero desconcierto, luego temor, finalmente pánico. Lo que ignorábamos es que jamás terminaría. Hubo que acostumbrarse a coexistir con el terremoto: trabajar, comprar, ducharse, enamorar. Lo que más me costó fue lograr rasurarme: suelo cortarme con excesiva frecuencia. Lo demás fue simple: hacer la cola de los bancos, confeccionar cheques, negociar precios, responder al correo electrónico.

En suma, ya estamos allanados a esta tembladera infinita. 

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