24 diciembre, 2005

De monstruos y bellezas

El monstruo llora frente al espejo de la feria de diversiones porque su imagen se deforma y adquiere una apariencia grotesca. La hermosa muchacha con ojos de océano mira divertida su figura horripilante en el mismo espejo. Ella descubre a su príncipe azul en el espejo. Él cruza una mirada de amor con la maravillosa monstrua. Se enamoran perdidamente, y desde ese instante viven felices, juntos: la bella, el monstruo y el espejo.

* Este cuento pertenece al volumen de microcuentos De monstruos y bellezas, Mosquito Comunicaciones, 2007

11 diciembre, 2005

Elecciones y Literatura: Sugerencias de un Elector-Lector

Dada la proximidad de las elecciones, estimo necesario cumplir con el deber ciudadano de recordar aquellos temas largamente olvidados, que permanecen en la irresolución eterna, reivindicaciones que jamás trasponen el umbral del lenguaje discursivo de los congresistas, causas perdidas, utopías ensoñadas y todas aquellas ideas que podamos rotular bajo el viejo lema de “seamos realistas, pidamos lo imposible”.

Inestimables candidatos y candidatas, futuras autoridades de Chile:

Este es un mensaje dirigido a todos aquellos aspiran a convertirse en nuestros futuros representantes: Presidente, Senadores, Diputados.

Tengan presente que la literatura chilena le ha dado al país más honores que el fútbol, aunque en los noticiarios se le dedique la cuarta parte a este deporte y como norma los libros no se mencionen para nada (exceptuando honrosas excepciones). ¿Habrá algo que hacer al respecto?

Un país tan pequeño con dos campeones mundiales de poesía y muchos otros escritores que pasean nuestra bandera por el mundo debiera preocuparse por este producto de “exportación” no tradicional. Un libro de autor chileno en el extranjero constituye venta de talento químicamente puro, no de materia prima. ¿No formará parte de la segunta fase exportadora? ¿No habrá que fomentar nuestras exportaciones de literatura, y antes de ello, estimular las traducciones?

Continuamente ustedes mismos y otras autoridades se quejan de los magros resultados de la educación: bajos estándares en lectura y escritura. ¿Cuánto conocen los profesores nuestra creación literaria contemporánea? ¿Cuántos escritores –remuneradamente por cierto- visitan escuelas y liceos como parte del programa de formación regular? ¿Dónde se informan y perfeccionan los profesores de castellano acerca de literatura chilena actual?

Tenemos un canal nacional de televisión que no se diferencia en nada de los demás canales comerciales. Donde debiera haber una programación cultural hallamos farándula y necedad. Donde debiera haber debate de ideas, encontramos homogenidad y repetición de lugares comunes que ya constituyen letanía. ¿En qué programa de televisión se habla de literatura chilena? ¿Adónde se invita a escritores para conocer su opinión?

Acaba de cerrar una revista cultural de larga trayectoria, uniéndose a una extensa lista de publicaciones pluralistas consagradas a los temas excluidos de la televisión y los principales medios de comunicación. ¿Dónde queda la libertad de expresión, más allá de las hermosas declaraciones de los candidatos y las autoridades? ¿Hay que conformarse con lo que dejen pasar las dos grandes cadenas de periódicos y la televisión abierta, ligadas por cierto a claros intereses económicos y políticos?

Cuando alguien quiere enviar un libro a regiones o fuera de Chile debe pagar más que si envía una carta en nuestra empresa estatal de correos. No existe un privilegio para las publicaciones como lo hubo en otra época. Si un libro se envía como carta es más barato que si se declara como libro. ¡Un absurdo! Nadie habla de este impuesto adicional a la lectura. ¿Habrá algo que hacer al respecto?

En un país pequeño como el nuestro, el Estado tiene un rol irrenunciable en materia de educación, cultura, libertad de expresión. Un mercado tan pequeño genera enormes dificultades a las pequeñas editoriales autóctonas (que enfrentan enormes gigantes transnacionales), a las revistas alternativas (que compiten con consorcios poderosos y las cuales el estado no subvenciona ni compra publicidad), a las corporaciones culturales como la nuestra (las empresas no “invierten” en literatura), a los propios escritores (los derechos de autor son magros por las bajas tiradas).

Es muy difícil, por no decir imposible, que un escritor que viva en Chile pueda dedicarse a su quehacer creativo con exclusividad. Hay algunas becas, pero son exiguas (una beca de escritor debiera permitir un año de subsistencia, como ocurre en muchos países). Los premios literarios son escasos y no siempre bien dotados (sería hora de que el Premio Nacional fuese anual y diferenciado por géneros). No hay fuentes de trabajo adicionales para los escritores, aunque podrían tener un importante rol de colaboradores y motivadores en materia de fomento de la lectura en el sistema educacional. No hay mecanismos de incentivo a la exportación de literatura.

El espacio destinado a la literatura en los medios y en las noticias es casi cero. ¿Por qué nos asombramos entonces de los enjutos niveles de lectura de la población? ¿Por qué asombrarse de que muchos notables candidatos hablen enhebrando frases hechas y lugares comunes conectados por enervantes muletillas? ¿Es usted uno de ésos? ¿O le interesa realmente el futuro de nuestro lenguaje y la escritura de nuestra historia, que tal vez tengan mayor impacto en el bienestar de los chilenos que los tratados de libre comercio?

La verdad es que me sentiría satisfecho si uno solo de ustedes, liustres candidatos, recogiera el guante y aceptara el desafío. Al menos contaría con el apoyo irrestricto de quienes creemos en la potencia y la importancia de la literatura.

Diego Muñoz Valenzuela
 
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