Comenzó a pintarse aquellas
larguísimas uñas con inexplicable desazón. No las recordaba tan largas y
curvas. No obstante aplicó con precisión el esmalte escarlata. De pronto descubrió
que sólo tenía tres dedos escamados y extensos. Buscó el espejo y halló aquella
cara emplumada, un pico aguzado y feroz. El cacareo surgió nítido, plañidero,
como la carcajada final de un payaso.
29 septiembre, 2012
22 septiembre, 2012
Mundos paralelos
En el colegio: uno era estudioso,
el otro flojo y bueno para hacer la cimarra. Uno solía compartir su colación
con los compañeros de curso; el otro se escondía para devorar la suya solo,
incluso le robaba a los demás apenas tenía ocasión.
En el liceo: uno seguía siendo
estudioso, pero participaba en política. El otro continuó su trayectoria como
holgazán adicto a toda clase de trampas para aprobar las materias. Uno se
convirtió en un buen lector, el otro en un televidente fanático.
En la universidad: uno entró a la
carrera que quería, el otro también, con mucha suerte. Uno avanzó en la carrera
velozmente, gracias a su dedicación. El otro avanzó, pero con gran morosidad y
toda suerte de triquiñuelas.
Uno fue apresado y enviado a una
casa de tortura. Se rumorea que el otro lo denunció, pero no hay pruebas. Por
fin uno, tras indecibles tormentos, partió al exilio. Allí terminó una carrera
brillante.
Cuando uno regresó a su país, el
otro estaba investido de altos cargos. Aquello no dejó de sorprenderlo. Uno asumió labores como académico. El otro
amasó una fortuna gracias al tráfico de influencias. Puede verse cada día en
los noticieros de televisión. Uno, en cambio, sigue en lo mismo. Tiene una casa
pequeña y muchos amigos.
No hay moraleja, ni menos
maniqueísmo. Pudo ser todo al revés. Eran muy parecidos en todo: origen,
fuerza, inteligencia. No es una historia sobre usted o alguien que conozca. Es
solo una historia. Nada más que eso.
09 septiembre, 2012
Perder por nariz
El tipo hablaba muy en serio
acerca del futuro luminoso del país, pero tenía una enorme y roja nariz de
payaso que anulaba todos sus dichos. Ansiaba que lo reeligieran, de modo que
exaltaba sus magros logros y ofertaba toda clase de éxitos que abrirían paso a
una era de progreso sin precedentes. La protuberante nariz roja apareció por
televisión en cadena a lo largo y ancho del país. Hasta sus partidarios más
acérrimos les afloraron carcajadas de burla, qué decir de sus detractores, que
se arrojaron al piso retorciéndose como cucarachas envenenadas. El único que no
veía la nariz de pelota carmesí era el
propio líder, convertido en clown a los ojos de su nación. Por cierto, perdió
las elecciones por una deferencia aplastante. La única diferencia es que a otro
le tocará el turno de portar la famosa protuberancia nasal.
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