26 febrero, 2011

El entomólogo torturador


Se quedó mirando fijo los ojos de la mariposa. Después la abofeteó con rudeza antes de preguntarle por última vez:

-Contesta, si aprecias tu vida. No sigas protegiéndolo. ¿Dónde está el maldito Chuang Tzu?

20 febrero, 2011

Gorila en el living


El maldito gorila vestía uniforme gris y llevaba el pecho cargado de medallas colorinches. Las ostentosas charreteras doradas contrastaban con los desnudos pies peludos y acrecentaban así su grotesca apariencia. La gorra apenas cubría el montículo de su cabeza enorme. Estaba sentado en mi bergere, succionando un habano bien seleccionado, frente a un vaso atiborrado con mi mejor whisky.
Decidí entrarle duro; es lo mejor en estos casos.
- Creí que tu tiempo había terminado.
- El mío… y también el tuyo, camarada –gruñó con sorna, dejando ver sus magníficos y aterradores colmillos.
No le faltaba razón al miserable. Pero eso no lo autorizaba a sentarse en mi living a consumir mis mejores reservas.
- ¿Por qué no vas a instalarte a la mansión de aquellos que dirigen el país? –lancé la estocada- ¿Acaso ellos no te reciben?
- Tú sabes la respuesta -rugió mirándome con sus horribles ojos inyectados en sangre- No te hagas el imbécil.
- Mmmh –repuse-, puedo proponerte algo. Con ese traje y un libreto astuto podemos ganar mucho dinero.
“Dinero” es una palabra mágica en esta era. Abre cualquier puerta, incluso el entendimiento de un gorila. La mueca de odio se transformó en una sonrisa gentil.
- ¿Cuánto? –fue la pregunta.
- Suficiente para que compres whisky, habanos y bananas en cantidades industriales. Yo haré los libretos y me encargaré del marketing y la producción. Tú nada más hablarás babosadas.
Nos dimos la mano, o lo que fuera en su caso. Somos socios. La gente compra feliz entradas para ver su espectáculo decadente y anacrónico. La mejor paga es cuando se calza una polera tal o una chaqueta cual ante las cámaras de televisión.
Por cierto, nunca hablamos de política.

11 febrero, 2011

Zombies at home

Era domingo y le tocaba cocinar; eso implicaba preparativos tempranos. Abrió el refrigerador y tras una breve vacilación sacó dos pollos. Los puso a descongelar en una bandeja.

Unas horas después los fue a mirar. La bandeja tenía bastante agua y los cuerpos estaban reblandecidos. Hundió su dedo en uno de ellos y sintió una sensación extraña, como si tuviera palpitaciones. Denegó con la cabeza y partió a comprar verduras frescas a la feria.

En cuanto ingresó a la cocina detectó algo extraño. Miró la bandeja de los pollos. Los cuerpos blancuzcos estaban contorsionados caprichosamente: apoyados en un ala y un gordo muslo, con el cuello erguido en posición de alerta, desprovistos de patas y cabeza. Las piernas le flaquearon cuando los pollos se levantaron emitiendo unos sonidos guturales. Caminaban hacia él bamboleándose sobre sus piernas truncadas y agitando sus alas mochas. No pudo moverse. Oyó un alarido en la casa vecina. Él no alcanzó a gritar.

05 febrero, 2011

Fisuras en la realidad


Recién amanece y se levanta para ir a trabajar. Descubre que el mundo está inclinado, unos diez grados en el eje norte sur. El norte está más arriba, como en los mapas. Sin embargo, va descubriendo que él es el único que percibe este desnivel; ni siquiera el agua lo reconoce, pues los ríos, los arroyos y cualquier efluente no lo obedecen. El mundo sigue operando como si la pendiente no existiese.
No obstante a él le cuesta caminar hacia el norte, porque va cuesta arriba. En el otro sentido la tarea se facilita. Y para el eje este oeste, la movilización adquiere –sólo para él- un ribete de cojera francamente insoportable. Sabedor de su especial condición, se traga la rebeldía y no rechina a causa de las molestias. Y como el hombre es animal de costumbres, al fin termina por asimilarse; y hasta encontrarle ciertas ventajas a la situación.
Pero como nada es fácil en la vida, un día el gradiente amanece en la dirección este oeste. Todo de nuevo. Lo soporta con estoicismo, hasta que de nuevo se acostumbra. Y ahí vuelta a cambiar: el mundo vuelve a recomponerse. Así se va dando una sucesión impredecible. A veces la gradiente es más cuantiosa; de otra parte, el eje ya no responde a orientaciones exactas de la brújula.
Él procura seguir viviendo como si nada extraordinario aconteciera. Convive con la tremenda desazón de ser el único testigo de esta arbitrariedad, sorprendido de su mansedumbre. Y sobre todo, de su silencio.
 
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