29 mayo, 2010

El perverso eficaz


Al perverso eficaz no le importaba ninguna otra cosa o ser que no estuviera ligado al cumplimiento de sus objetivos. Había llegado a constituirse de ese modo como resultado de su vida exitosa, sin siquiera estudiar a Maquiavelo, pues nada leía que no fuera imprescindible. No desperdiciaba tiempo en tareas superfluas. Solía decir que se había construido a sí mismo, como si fuera un artista que hubiese cincelado su obra maestra.
Si acaso alguien se interponía en su senda, por lo menos salía maltrecho, acaso no destruido o muerto. Con brutal saña se mofaba de los mediocres desde aquella tribuna imaginaria que tripulaba constantemente. Megalómano, ególatra, tirano, despiadado son adjetivos que describen apenas -con tímida tibieza- su conducta. Aunque también–acaso fuere más conveniente para sus fines- sabía aparecer obsequioso, flexible, amable, simpático, hasta obsecuente.
Alcanzó el cenit de su carrera. Llegó a la cima esperada. Pero no lo supo. Siempre quiso más y más. Terminó sus días contaminado de amargura, frustración y rabia, odiado, envidiado y temido por quienes disputaron el honor de sujetar las manillas de su ataúd.

21 mayo, 2010

Juegos con el espejo


Cada mañana me miro al espejo para afeitarme. Veo a un burgués avejentado, vencido por la vida, convertido en un adicto a los placeres mundanos. Despreciable, mísero, abyecto. Los ojos cansados me miran con indiferencia y con distancia, pero yo me odio. Disimulo mis sentimientos mientras pienso en asesinar sin piedad al tipo de espejo. Lo miro, me miro. Me viene la pena. La indulgencia. Me absuelvo y gano otro día.

14 mayo, 2010

Fantasmas grotescos


Estaban cortadas un poco más arriba de la rodilla, erguidas y a la distancia que correspondería a una persona completa. Terminaban en un par de finos zapatos negros precedidos de unos calcetines del mismo color. Eran unas piernas lampiñas y blancas, más bien delgadas respecto de las rodillas abultadas. Se habían instalado en la mitad del pasillo que conducía a mi departamento. Era prácticamente imposible sortearlas, pero después de meditar un rato, avancé con decisión apegándome a la muralla. Entonces las piernas saltaron hacia el lado para impedirme el paso. Vi con espanto que terminaban en un corte sanguinolento donde podían apreciarse hueso, venas, arterias, tendones, todo. Se me erizó la piel de la espalda y retrocedí. Era una situación escalofriante. Por suerte las piernas no me persiguieron; eso habría sido horroroso. Tembloroso y fuera de control me quedé contemplando la escena sin saber qué partido tomar. Las piernas regresaron a su posición céntrica y se quedaron allí, inmóviles, esperando. Cuando recuperé el aliento hice amago de avanzar nuevamente, pero ellas iniciaron el despliegue esperable. Pasaron las horas, lentas y tensas. Nadie llegó ni salió del piso aquella noche. Por fin, rendido, me senté en el piso. Me quedé dormido sin darme cuenta. Desperté sobresaltado, de un salto me incorporé dispuesto a enfrentar una batalla final. El pasillo estaba vacío. Entré a mi departamento. Nadie iba a creerme. Escribí esta historia de todas maneras. Me pregunto dónde andarán esas piernas ahora mismo. Quizás te esperen cerca de la puerta.

07 mayo, 2010

La tarea final

Disfrutó por décadas seleccionando, promoviendo, compensando, desarrollado personal para las diversas áreas de su empresa. Eso pudo perdurar, pero no fue así. La causa da lo mismo. Vino el final.
Le encargaron la tarea de despedir a todo el personal, uno tras otro. Y cumplió con diligencia y pertinacia. No fue fácil por cierto, cada día fue una auténtica pesadilla. Pero llegó a acostumbrarse, a constituirlo en una rutina.
No obstante, llegó el día en que no hubo nadie a quien finiquitar. Sólo tuvo en frente suyo la imagen del espejo. Firmó, resignado, y salió de su oficina. Caminó en total silencio hasta la salida. Dio un portazo, tal vez por descuido, tal vez inútil y postrero gesto de rebeldía.
 
hits Blogalaxia Top Blogs Chile