29 noviembre, 2009

Civilización futura 1


Conectó el tubo de oxígeno a su máscara e inspiró dos veces con gran intensidad. Se sintió mejor, fuerte y lúcido. Dio arranque a su nuevo jeep y se precipitó por la supercarretera. El coche reclamó combustible y programó una detención en la próxima estación de recarga. Recibió una llamada de su mujer. Por su tono de voz, estaba desesperada, pero no le entendía nada debido a las interferencias. El automóvil se detuvo para llenar el tanque. La aguja se atajó a la mitad. Un mensaje surgió en el visor. “Su fondo de pensión está agotado. Consulte a la central”. No logró comprender. Aceleró el jeep para regresar a la supercarretera subterránea. El teléfono se había apagado. Pronto el auto se paralizó. “No tiene crédito para el peaje”, anunció la pantalla. El motor se extinguió. Una fuerza invisible levantó la máquina y la arrastró a una oscuridad sin retorno.

21 noviembre, 2009

Desventuras de Odiseo


“¿Acaso crees que soy idiota y nunca supe acerca de tu idilio con Circe?”, espetó furiosa Penélope, azotándole el rostro con el sudario tejido por sus manos extrañadas. “Mátalos a todos, o perderás toda honra, pues cada noche terminé este sudario para revolcarme sobre él con alguno de mis pretendientes”.

14 noviembre, 2009

Alzheimer


El avance de la enfermedad fue devastador. Su cerebro se limpió de recuerdos, como si un operador invisible se empeñase en hacer espacio para almacenar una enciclopedia. Olvidó todo: la ambición desmedida, el deseo de imponerse a cualquier voluntad, la codicia, su afán por la traición y la intriga, el arte de la muerte y su predilección por la violencia, la incapacidad de amar. Se convirtió en un anciano bueno, misericordioso, de límpida mirada.

07 noviembre, 2009

El dragón


Depositó su gigantesco corpachón cubierto con escamas verdes en el Central Park una tibia mañana de mayo, como si hubiera tenido la intención de regocijar a los niños que jugaban y gritaban en el césped, vigilados de cerca por sus padres. Al principio, creyendo que se trataba de un anuncio publicitario, no le hicieron mucho caso. El dragón tuvo miedo del bullicio y trató de escapar, batió las alas, levantó polvo, mas nada consiguió, a excepción de la atención de los presentes que comenzaron a rodearlo. Estaba viejo y enfermo. Intentó exhalar una lengua de fuego para desanimar a los imprudentes, pero sólo una ridícula voluta de humo emergió desde sus fauces. Un niño se encaramó por su lomo chillando de felicidad. Cerró los ojos; estaba tan cansado.
 
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