25 julio, 2020

FOTO DE PORTADA: la visión de Ezio Mosciatti

Diego Muñoz y Foto de portada: Momentos que uno atesora para seguir adelante

Ezio Mosciatti, www.biobio.cl, domingo 19 de Julio 2002

El libro “Foto de portada y otros cuentos”, de Diego Muñoz Valenzuela, reúne diez relatos que apelan a la memoria, invocando heroismos de juventud, sueños, amores, esperanzas y frustraciones, con una pátina de melancolía. Algunos de ellos son notables, como “Foto de portada”, “Yesterday” o “Adagio para un reencuentro”.

“Hablaremos del presente y será una forma de ser felices.” (pp 159, Después de 30 años)

Los libros de cuentos tienen grandes desafíos para sus autores, en especial equilibrar la diversidad y particularidad de los relatos con el sentido de unidad, en la totalidad como en el paso de uno a otro. Un equilibro difícil, en especial cuando los relatos apelan a memorias, pasiones, afectos y frustraciones que tienen distintos ecos en cada lector o lectora. “Foto de portada y otros cuentos” casi lo logra.

“… Cuando el estado llano insurrecto tomó control de la avenida por unos minutos gloriosos, de esos momentos que uno atesora en el corazón por el resto de la vida como si fuesen un brillante escaso o un rubí deslumbrante. Te deprimes, abres el cofre y miras la joya, y mágicamente regresan las ganas de seguir adelante por este valle de lágrimas.” (pp 28, Foto de portada)

“Foto de portada y otros cuentos” de Diego Muñoz Valenzuela presenta una serie de relatos que remiten, esencialmente, a la memoria afectiva. A la infancia, a los compañeros de colegio y universidad, la dictadura, al padre ausente, a amores furtivos, amores recurrentes, amores esquivos.

“Sabes qué, esto es la felicidad, un instante fugaz, no la permanencia, no la eternidad”. (pp 102, Yesterday)

Con esa particular emotividad de los relatos que parecen haberse vivido, que parecen recuerdos más que ficción, Diego Muñoz Valenzuela (Constitución, 1956) lleva al lector a lugares de pasión y de melancolía, de rabia y de resignación, de sueños y de esperanza.

“Esa sensación de pérdida irremediable que es al mismo tiempo la otra cara de la felicidad; esa turbia rebelión que se agita en lo más hondo de nosotros.” (pp 129, Adagio para un reencuentro)

Diego Muñoz Valenzuela cautiva con algunos relatos notables, como “Foto de portada”, “Yesterday” o “Adagio para un reencuentro”, con un libro que, en una versión revisada, mantiene vigencia con una mirada masculina, en tiempos donde la masculinidad es, al menos, vista con desconfianza.

“Ya estoy en ese puto estado al que me arrastra el alcohol, a medio camino entre calentura y la inconciencia, con esa creciente sed atávica que nace en el hipotálamo y se anida en la garganta. Llámalo como prefieras: instinto de conservación, soledad cien por ciento, química pura, impulso freudiano, época de celo, machista deseo de dominio.” (pp 69, Ojos un poco perdidos)

Más que recomendable, un libro necesario para repensar la vida y poner en valor la memoria, los recuerdos.

“Difícil será, concuerdo, pero no significa que seamos incapaces de hacerlo, porque todavía allí adentro, en lo profundo, moran los espectros de los sueños, en un lugar inalcanzable para pragmatismos y teorías.” (pp 142) Después de 30 años


16 julio, 2020

Reflexiones sobre una doble crisis



Hoy estamos en medio de una doble crisis: aquella originada por el estallido social, esperable reacción contenida, acumulada durante décadas, ante la desigualdad y el abuso generados por el neoliberalismo, y después la pandemia del Coronavirus, una pesadilla de corte distópico, una suerte de regreso a las plagas del medioevo.
Resulta indudable que para ninguna de estas dos crisis estábamos preparados. Se ha evidenciado la falta de capacidad de la clase dirigente para enfrentarlas y generar caminos de solución, más allá del desprestigio de los actuales gobernantes, los anteriores y creo que de cualquier fuerza política formal existente al 18 de octubre de 2019.
Cuando advertíamos luz en el horizonte -me refiero al itinerario que abría la posibilidad cierta de crear una nueva Constitución-, llegó la plaga del COVID-19 y sus efectos.      Una epidemia de miedo que gatilla y exacerba comportamientos  individualistas, la conveniencia de manipular el temor de la ciudadanía para instalar un “orden” que inhiba las posibles réplicas de movimientos ciudadanos en las calles, parálisis parcial de la economía con sus consecuencias nefastas: pérdida de empleos, disminución o desaparición de los ingresos, atochamiento de los sistemas de salud. Un inventario parcial de los daños que causan ambas crisis combinadas y potenciadas.
 Para cualquiera, la cantidad de información que surge del entorno es gigantesca y produce confusiones. Es difícil distinguir qué datos de la realidad son veraces, primero, y luego cuáles de ellos son significativos y determinantes. Carecemos de referencias de situaciones similares a esta doble crisis que, al ser planetaria, produce avalanchas de datos, noticias, contradicciones y opiniones de toda clase: exaltadas, alocadas, desequilibradas, idiotas (aunque las emitan personas inteligentes y calificadas), incluso grotescas.
El oficio de un escritor es extremadamente solitario, pues requiere intimidad      para ejercerlo. No obstante, de parte de muchos -entre ellos el autor de estas líneas- existe la expectativa de actuar como un outsider, un observador activo, agudo e inquietante, que al estar descomprometido de los poderes fácticos, podría iluminar una situación compleja y oscura con sus opiniones o sus creaciones. Lo mismo podría esperarse de otros artistas, intelectuales, profesionales o académicos.
La desaparición de los intelectuales de estirpe autónoma de la vida política de la nación es una característica surgida con el retorno a la democracia, como si fuese condición necesaria del modelo. Las transformaciones de corte neoliberal han convertido los bienes sociales en productos privados, sin excluir ámbitos tan esenciales de la vida humana como la educación y la cultura. Qué decir de la salud, la previsión, la vivienda y otros más. La concentración de la propiedad privada se ha replicado en los medios de comunicación; pertenecen a los mismos grupos que controlan los principales sectores de la economía, haciendo difícil, si no imposible, el ejercicio de una auténtica libertad de expresión.
Vuelvo al imaginario donde el escritor opina desde su posición autónoma para contribuir a clarificar la situación que vivimos. Enfrenta la dificultad de procesar una enorme cantidad de datos y hechos contradictorios, diversos, confusos. Más allá de la complejidad, justamente se trata del momento para intentarlo, porque las soluciones a los problemas vigentes requieren de la creatividad e imaginación de los intelectuales.
En la escritura de ficción hay grados de libertad que no existen cuando se asume opinar sobre la realidad. La complejidad crece con la cantidad y calidad de la información acerca de esta doble crisis. ¿Cómo desprenderse de la angustia cotidiana que produce la constatación de tantos sufrimientos de las personas, materia primordial de cualquier literatura? Enfermos, desesperanzados, cesantes, muertos, desesperados, enclaustrados, empobrecidos, ansiosos…
En lo personal me ha sido más posible -aunque para nada simple- escribir acerca de esta doble crisis, versus retomar la extraviada cotidianidad de la escritura de ficción. Revisar textos anteriores y escribir artículos es lo que he logrado engendrar desde el  estallido social. Recién una semana atrás he podido regresar a una relativa disciplina para escribir narrativa de ficción, con bastantes límites y serias dudas, pero en fin, he vuelto al redil.
Todo esto ocurre en medio de las fragilidades personales y familiares de diversos órdenes: parientes ancianas encerradas en sus residencias, suspensión de ingresos habituales, inflexibles exigencias para cualquier cobranza de proveedores, trámites complejos para postular a créditos, desaparición de artículos esenciales del mercado farmacéutico (remedios, vacunas, mascarillas, alcohol), interminables colas para comprar cualquier artículo básico y esencial, postergación de cualquier  examen o cita médica “prescindible” (o sea, cualquiera que no se relacione con la pandemia), restricciones kafkianas al desplazamiento y trámites de permisos que no entiende ni siquiera la policía que los emite, cuentas matinales de los voceros del Ministerio de Salud manejadas con criterios maquiavélicos, canales de televisión inundados de opinólogos sacados de una lista cuidadosamente revisada.
Ahora se repite como un posible mantra el concepto de la “nueva normalidad”. ¿Qué será esto?, nos preguntamos todos en medio de la angustia, la desinformación, la sociedad manipulada y controlada por policías y militares que se pasean armados por la ciudad durante el toque de queda (una reminiscencia de la siniestra dictadura que sufrimos por diecisiete años). Desde la Presidencia se acuñó un nuevo concepto: “Retorno Seguro”. El Ministro de Salud lo ha celebrado como una “diferencia semántica o de lenguaje”, aunque en apariencia se trata de lo mismo: sinónimo, equivalencia, eufemismo. Se advierte como necesario que algunos especialistas asesoren al secretario de Estado, ya que en sus micro conferencias matinales  le ha dado por abordar materias culturales.
Tal vez la nueva normalidad consista en vivir encerrados, reducidos a lo mínimo, convertidos en ciudadanos de décima clase que deben pedir permiso a la policía hasta para ir a comprar pan. A mantenerse durante la noche encerrados en sus hogares mientras militares armados con enormes ametralladoras patrullan las ciudades vestidos para una guerra contra el “poderoso enemigo”, cuya identidad resulta esquiva y cambiante. A implorar ayuda del Estado, suplicar a los omnipotentes bancos la postergación de las deudas, tratar de conseguir recursos a como dé lugar. Combatir cada día contra la angustia, la soledad, la ansiedad o la locura que nos rondan. Sufriendo o viviendo la cesantía. Temiendo una futura recesión -anunciada por los dignatarios del mundo- que traerá horrores mucho más graves que la pandemia.
Regreso al punto. Hoy más que nunca es preciso sobreponerse a la situación, por más compleja y catastrófica que sea. Hacerlo por sobre las sofocantes condiciones que un ciudadano común experimenta.
Nos están tratando de convertir en mansas ovejas ante quienes asumen el rol de lobos. Eso es inaceptable y es preciso combatirlo desde el plano de las ideas. Se pretenderá “racionalizar” el calendario de elecciones, medida que encubre el deseo de postergar el itinerario hacia una nueva Constitución, única esperanza de cambio auténtico en nuestra sociedad arrasada por el dogma neoliberal y sometida a la indignidad y el abuso.
Desde esta situación compleja escribo, asumiendo que la salvación solo podrá surgir de nosotros mismos. Este es un tiempo para pensar y escribir desde la solidaridad con los demás, desde la humanidad intrínseca a la mejor literatura.


Diego Muñoz Valenzuela



Publicada en Grifo No. 39,  revista literaria producida por los alumnos y alumnas de la escuela de literatura de la Universidad Diego Portales.






















12 julio, 2020

La dignidad nacional


Mientras la poco fiable “leve mejoría” inicia su trayectoria como sustituto de la “nueva normalidad” y el “retorno seguro” como mantras gubernamentales del manejo de la pandemia, el cada vez más deteriorado equipo de la Moneda hace más de las suyas. Es decir, ejecuta errores mayúsculos, obnubilado por la codicia, la obsesión por mantener el statu quo que asegura la mantención del poder en manos de los ultra plutócratas, y la indiferencia total por el sufrimiento cotidiano de millones de chilenos.
Durante tres décadas nos hicieron “Pepito Paga Doble” (observe usted las iniciales, curiosa coincidencia): la patria de los jaguares haría historia y le enseñaría al mundo cómo hacer las cosas. Por estas fechas seríamos un país desarrollado, con pensiones equivalentes a los sueldos. Un mundo donde “chorrearían” leche y miel. En verdad teníamos un país con feroces, insalvables brechas económicas, sociales, educacionales. Los promedios estadísticos se harían cargo de ocultar las monumentales diferencias que se manifiestan en la realidad (nadie exhibe las gordísimas “desviaciones estándar”).
El trayecto cuidadosamente elaborado para convertir a Chile en el paraíso de los corruptos, los sinvergüenzas, los especuladores financieros y los prestidigitadores de la colusión, se inició en la dictadura de Pinochet. Jaime Guzmán desplegó su genio macabro para diseñar esta Constitución que nos amarra con sus tentáculos y nos impide escapar de esa prisión invisible y eficaz. Así se edificó el terreno para el ultra neoliberalismo que nos rige con sus potentes cerrojos jurídicos. Una trampa perfecta.
Hace años que no se habla de pobres en Chile. Es parte de la pantomima grotesca que han montado para reemplazar la realidad. Ahora hay sectores “vulnerables”, no hay pobres. Una gigantesca clase media que subsume todo. De los ricos no se habla. Me enferma este lenguaje eufemístico. Es fácil sostener esta falacia cuando se dispone de la connivencia de todos los medios de comunicación con cobertura nacional: prensa escrita, radio, televisión. Vea usted quiénes son sus dueños: los mismos propietarios de los supermercados, los bancos, las cadenas de farmacias, las mineras, las AFP (cof, cof, me atraganto). Ergo, pueden manejarnos a voluntad. Así lo han hecho, hasta ahora.
A los propios diputados de la derecha los han pretendido manipular como a simples marionetas. Se les llama desde palacio para dictar las terminantes órdenes del número uno. Sin embargo, han desobedecido, porque la situación actual no da para más. Hace rato que no da para más. Exactamente desde el 18 de octubre de 2019.
Basta de superchería, de fuegos de artificio, de falsas promesas, de campañas del terror. El perturbado gobernante (prospecto de sátrapa) no encuentra nada mejor que señalar la posibilidad de contar con una coalición más pequeña y leal. Cada vez más solo, tal es el pronóstico.
Ayer 11 de julio, se celebró un nuevo aniversario el Día de la Dignidad Nacional, cuando se nacionalizó el cobre durante el gobierno de Salvador Allende, en 1971. Que yo sepa, no hubo fiesta en la Moneda, no se repartió jabalí, ni caviar, ni avestruz, ni champaña. Aquí no ha pasado nada. Conste que esa ley se aprobó con el apoyo de todos los sectores políticos.  
Este recuerdo me induce fundadas esperanzas. Quizás la realidad penetre en las conciencias de los congresistas (ya que en palacio no hay caso, según se aprecia) de los diversos sectores políticos para apoyar e impulsar reformas efectivas que apunten a resolver las urgentes y extremas necesidades de los pobres y de los empobrecidos por la doble y estructural crisis que vivimos. El estado tiene ahorros; este es el mejor momento para gastarlos en quienes lo necesitan de verdad. Somos un buen prospecto para tomar créditos acaso no se cuenta con liquidez inmediata. El estado debe salvar a quienes lo requieren. No es posible mantener esta cruel, letal indiferencia hacia los terribles padecimientos y privaciones de millones de compatriotas.
Y tampoco podemos olvidar algo que es central: cambiar la Constitución del 80, tirar a la basura ese engendro fascistoide que ya no resiste más remiendos. Hay que construir una nueva Constitución, una que sustente un proyecto de desarrollo futuro iluminado por esos bellos y esperanzadores conceptos que siguen destellando en la memoria: libertad, igualdad, fraternidad. Destaco la fraternidad, porque debemos ser capaces de erigirnos por encima de cualquier diferencia entre ciudadanos para cimentar el futuro.
Para lograrlo, caben todos los que quieran transformar este statu quo de la injusticia, la iniquidad, la vergonzosa desigualdad. Hasta que la dignidad se haga costumbre. Este sí que es un mantra potente, veraz, resplandeciente.  
Diego Muñoz Valenzuela es ingeniero, escritor y miembro de la directiva del Partido por la Dignidad.

07 julio, 2020

FOTO DE PORTADA: opiniones


FOTO DE PORTADA
es una colección de diez cuentos que abordan el pasado -eludiendo al olvido- y el presente de forma simultánea. Publicado en 2003 por el Fondo de Cultura Económica bajo el título DÉJALO SER, ahora la editorial Zuramérica se atreve en plena pandemia a romper todos los esquemas y el confinamiento para lanzar FOTO DE PORTADA.


Ell ibro está a disposición de los lectores en el portal: www.zuramerica.com a un precio de $11.900, con posibilidad de envío a cualquier parte de Chile.

Este conjunto de diez cuentos —cuyas tramas recorren los años de dictadura y la transición a la democracia durante los 90— refleja la historia reciente de Chile. El horror de la violencia de Estado, las cárceles secretas, los servicios de inteligencia, la constitución del 80 y la instalación del neoliberalismo, la entrega de las empresas del Estado a precio de huevo. Después, la desmovilización de los ciudadanos, la exacerbación del individualismo, el imperio del mercado feroz, la falsa promesa neoliberal de producir riqueza para todos, el delirio de convertir a Chile en el jaguar de Latinoamérica, la privatización de todo, la jibarización del Estado, el manejo de los medios de comunicación.

Toda esta variada secuencia está reflejada en las historias de Foto de portada, algunas políticas y bastante colindantes con la realidad; otras irónicas, mordaces, humanas, hasta fantásticas. Rondan el amor, ya sea por la pareja, el dinero, los ideales, la familia, la justicia; la humanidad en despliegue total y diverso. La lectura de este libro, escrito treinta años antes, contiene una predicción de lo que iba a ocurrir en octubre de 2019: el estallido social, tanto así que en los cuentos aparecen frases relacionadas con sus consignas fundamentales. Eso demuestra que la crisis era predictible y que sus fundamentos eran evidentes, aunque se mantuvieran ocultos.

Y aquella democracia que una generación de jóvenes soñó mientras luchaba contra la tiranía, fue traicionada, manipulada y deformada para construir una sociedad desigual, de indignos contrastes y sueños burdos y falaces.

 

OPINIONES RECIENTES SOBRE FOTO DE PORTADA

“En esta paradójica “reconstitución de escena”, Diego Muñoz Valenzuela, en diez notables cuentos, configura un ideario que rejuvenece sus historias, que las resitúa en el Chile de hoy devastado por un tiempo que pareciera haber dado un salto enorme para caer justo en el mismo sitio que hizo resurgir esta obra indispensable desde las cenizas del olvido.

En suma: cuando el virus de la insensatez corroe los espacios antiguos y modernos, cuando esos invisibles enemigos se mimetizan en un neoliberalismo despiadado cuyo único norte continúa siendo la codicia desenfrenada, esta recreada mise en scene de Diego Muñoz Valenzuela nos representa un salto atemporal, a la vez que nos advierte sin tapujos de los peligros que encierran las sociedades desprovistas de un sentido esencial: su espíritu de fraternidad.

Un libro imprescindible hoy como ayer, que se esmera en instalarnos en el centro mismo de nuestro extraviado humanismo”.

Juan Mihovilovich

 

“Los diez cuentos de este volumen nos retrotraen al tiempo de la dictadura. La sombra de Pinochet planea sobre ellos y les presta un tinte sombrío. La misma sombra que oscurece el presente del país, incluidas las pandemias de salud y la social que se desató en octubre de 2019. Porque estos cuentos no nos hablan solo de los chilenos de hace cuarenta y cinco años, nos hablan de los chilenos de hoy. Y lo hacen a través de la voz de un narrador que utiliza de preferencia la primera persona, pero que conserva idéntica tonalidad las dos o tres veces que opta por la tercera. Son cuentos viscerales, escritos con pasión. Pero la pasión está mediada por el talento y el oficio del autor, que sabe lo que hace y lo hace bien”.

Antonio Rojas Gómez

 

“Foto de portada, de Diego Muñoz Valenzuela (1956), contiene diez cuentos que expresan el multifacético, complejo, inquisitivo, extraño mundo de este prolífico autor, quien, hasta la fecha, lleva cerca de una veintena de títulos publicados. En términos generales, la colección es ampliamente satisfactoria, sin baches, amena, de grata lectura, en suma, una atrayente experiencia. El estilo de Muñoz es sencillo, claro, directo, pero esa aparente facilidad en la escritura oculta un concienzudo, obsesivo trabajo de elaboración. Y la temática de la presente antología, es vasta: la lucha política contra la dictadura -con tintes autobiográficos-; las relaciones familiares; los conflictos sentimentales; la amistad masculina; el retroceso a la infancia o la adolescencia; la perplejidad ante una sociedad y un país que cambian y siguen siendo los mismos. Foto de portada da para todos los gustos, esté uno de acuerdo o no con las posiciones del narrador”.

Camilo Marks

 

“Este ejercicio de memoria puede ser considerado además como una reacción ante la política del olvido, una corrección a los efectos negativos concomitantes con el silencio y el ocultamiento, tanto en la esfera de lo público —pues es así cómo se construye una historia tergiversada, incompleta, parcial, unilateral—, como en el ámbito de lo privado, donde lo inconfesado ha sido uno de los elementos determinantes del periodo.

Este libro oportuno y necesario ofrece con sagaz amenidad los materiales discursivos para pensar y analizar las presencias y sentidos del pasado nacional, activando así un pensamiento de recuperación y transmisión de la memoria que es, a la vez, íntimo y político”.

Fernando Moreno Turner

 

“Publicado originalmente por el Fondo de Cultura Económica en el año 2003 bajo el título Déjalo ser, este libro recogió en sus narraciones, retratos de la época oscura que recién terminaba Con la mirada aguda, escéptica y experimentada de su autor, los diez relatos (…)  incluidos reflejan (…) el tiempo de la dictadura y los coletazos de la implantación de un nuevo modelo económico y cambios sociales de aquel período lejano, cuando recién se sumaba algo más de una década desde que Pinochet entregó la banda presidencial a Aylwin”.

Rodrigo Barra

 

Diego Muñoz Valenzuela (Constitución, 1956)

Ha publicado catorce libros de cuentos y microcuentos y seis novelas. Cultor de la ciencia ficción y del microrrelato. Ha abordado en profundidad el periodo de dictadura militar.

 Libros suyos han sido publicados en España, Croacia, Italia, Argentina, Perú y China. Cuentos traducidos a diez idiomas. Premio Mejores Obras Literarias 1994 y 1996. En 2011 el autor fue seleccionado como uno de los "25 secretos literarios a la espera de ser descubiertos” por la FIL de Guadalajara para celebrar sus 25 años de existencia.

 


01 julio, 2020

FOTO DE PORTADA: la visión de Fernando Moreno


Lugares de memoria.
A propósito de Foto de portada y otros cuentos, de Diego Muñoz Valenzuela
(Zuramérica ediciones & publicaciones, Santiago 2020, 159 pp.)

Fernando Moreno

El año 2003 la editorial Fondo de Cultura Económica publicó, bajo el título Déjalo ser, un conjunto de diez relatos de Diego Muñoz Valenzuela (1957). El nombre el volumen correspondía al de uno de sus cuentos, aquel que alude directamente, en una de sus posibles traducciones, a una de las más conocidas composiciones de Los Beatles, Let It Be. Allí se narra el auge y la caída, profesionalmente hablando, del consultor estrella de una importante empresa en el contexto de una sociedad que ha ingresado en la impía mecánica del neoliberalismo, así como también la imposibilidad de concreción de sus afectos. Ahora, diecisiete años más tarde, estas mismas narraciones, revisadas y con un cambio de título, el de otro de sus textos, aparecen reeditadas bajo el sello de la novel y promisoria Zuramérica, una iniciativa que merece ser saludada, entre otras razones, porque permite poner al alcance de nuevos lectores estos destacados textos y dejar en evidencia, además, su sustancial actualidad.
Una vigencia que se explica sobre todo porque, aunque en un principio la caracterización pueda parecer paradójica, los relatos de Foto de portada se perciben como lugares de memoria, para utilizar la expresión acuñada ya hace varias décadas por el historiador Pierre Nora, quien identificaba bajo estos términos esos espacios, y también unidades de sentido, donde se instala, condensa, materializa, clarifica y expresa la memoria colectiva. Y la literatura, en cuanto expresión simbólica, puede articular un espacio de experiencia –un pasado siempre presente–, y un horizonte de expectativas –un futuro avizorado a partir de esa actualidad–, para así configurarse como el lugar de una memoria actuante, remodelada y revisitada. Es lo que sucede con las atrayentes narraciones de Foto de portada.
De hecho, esta dinámica aparece acentuada incluso por el juego que se establece entre la elección de este nuevo título y por la ilustración de la portada del volumen, en la que confluyen otros lugares de memoria. La imagen a la que se alude en el cuento es la que capta una protesta universitaria en tiempos de la dictadura, una expresión del descontento frente a la opresión y a la injusticia; la fotografía de la cubierta del libro reproduce la estatua del general Baquedano, situada en llamada ahora Plaza de la Dignidad, es decir el foco del estallido social de 2019, consecuencia de años de abuso y de desigualdad. Se produce así una suerte homología de situaciones que aúna pasado y presente, que da cuenta de los avatares de la historia, de su movimiento en espiral y sobre el cual los narradores de los distintos relatos invitan a reflexionar acudiendo a la memoria, al repaso de los buenos o malos pasos que han conducido a un presente desde el cual se evocan impresiones, acciones, convicciones, opciones, decisiones, así como encuentros y desencuentros –con los demás, con la sociedad y consigo mismo–, sueños dentro de la pesadilla, expectativas, anhelos rotos, y carencias, que a veces solo la literatura permite recomponer o compensar.
Es precisamente el proceso de remembranza el que hila y establece puentes entre la proliferación de registros incidentales de distinto tipo y factura que exhiben los cuentos que componen el volumen. Porque ellos recorren y cubren una diversidad de temáticas y situaciones: la certeza y la incertidumbre del heroísmo, las dificultades o imposibilidades de los lazos afectivos, las modulaciones de los vínculos filiales, las hipertrofias del liberalismo, las subjetividades deformadas por el consumismo y la alienación, las amistades peligrosas y las verdaderas, los indisolubles lazos de camaradería, las atrocidades de la dictadura política, la revancha posible, la ferocidad de la dictadura económica, la añoranza y el desengaño, la posibilidad de una nueva relación con la naturaleza, entre otras. Y, se habrá deducido, que todos esos narradores, personales o no, están desplegando los signos de la memoria pública de la llamada generación de los ochenta, la del propio autor, aquella cuya juventud se vio luminosamente envuelta en los esperanzadores proyectos en pos de una sociedad más justa, descabezados primero por la irrupción de la tiranía, talados más tarde durante la llamada transición a la democracia, donde para el existir y el sobrevivir prima el orden económico y social impuesto por la dictadura y el liberalismo a ultranza, y por lo mismo, los desequilibrios flagrantes, el individualismo extremo y la violenta competitividad.
Este ejercicio de memoria puede ser considerado además como una reacción ante la política del olvido, una corrección a los efectos negativos concomitantes con el silencio y el ocultamiento, tanto en la esfera de lo público –pues es así cómo se construye una historia tergiversada, incompleta, parcial, unilateral–, como en el ámbito de lo privado, donde lo inconfesado ha sido uno de los elementos determinantes del periodo.
Los narradores y personajes de Foto de portada efectúan una suerte de radiografía y balance vivencial, se abocan a escudriñar en el pasado en un intento por redescubrir y articular las vivencias fragmentadas y dispersas que se esconden en el magma de sus recuerdos y que, esperan, les ayuden a comprender sentimientos, grandes gestos y pequeñas gestas realizados en determinados momentos de sus vidas y, además, a entender y hacer frente a un presente difuso, pero que quizás contenga ciertos indicios esperanzadores.
No solo ateniéndose a las dosis de realismo requeridas para este tipo de narraciones, rozando a veces la ciencia ficción o sumergiéndose en lo fantástico, con doctas anécdotas, bien entretejidos, mostrando un hábil manejo del diálogo y del entramado temporal, Foto de portada nos ofrece una colección de relatos vitales y comprometidos, no desprovistos de humor, con narraciones de amores y clamores, de revelaciones y testimonios. Allí se entretejen experiencia privada y experiencia social, lo fáctico se vislumbra a través del prisma del mundo sensible, los avatares de la subjetividad aparecen engarzados con la Historia. Este libro oportuno y necesario ofrece con sagaz amenidad los materiales discursivos para pensar y analizar las presencias y sentidos del pasado nacional, activando así un pensamiento de recuperación y transmisión de la memoria que es, a la vez, íntimo y político.

Fernando Moreno Turner es Doctor en Estudios Ibéricos e Iberoamericanos por la Universidad de Paris III (Sorbonne Nouvelle, 1980) y Doctor de Estado en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Poitiers, (1996).

Fernando Moreno TurnerHasta 1973, fue profesor del Departamento de Literatura de la Universidad de Chile de Valparaíso y, con posterioridad, de la Universidad de Poitiers, donde fue Catedrático de Literatura Hispanoamericana y también director del Centro de Investigaciones Latinoamericanas (CRLA-Archivos). Actualmente es Profesor Emérito de esa misma universidad. Autor de más de un centenar de estudios, capítulos de libros y artículos sobre la poesía y la narrativa hispanoamericanas y chilena contemporáneas aparecidos en revistas especializadas en Francia, Europa y América latina. También ha escrito varios libros y coordinado textos colectivos, entre los más recientes de esto últimos cabe citar Roberto Bolaño. La experiencia del abismo (2011), Lecturas de Nocturno de Chile (2014). Publicó con Etnika editorial la novela inédita de Carlos Droguett, Según pasan los años. Allende, compañero Allende (2019).

 
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