El tipo hablaba muy en serio
acerca del futuro luminoso del país, pero tenía una enorme y roja nariz de
payaso que anulaba todos sus dichos. Ansiaba que lo reeligieran, de modo que
exaltaba sus magros logros y ofertaba toda clase de éxitos que abrirían paso a
una era de progreso sin precedentes. La protuberante nariz roja apareció por
televisión en cadena a lo largo y ancho del país. Hasta sus partidarios más
acérrimos les afloraron carcajadas de burla, qué decir de sus detractores, que
se arrojaron al piso retorciéndose como cucarachas envenenadas. El único que no
veía la nariz de pelota carmesí era el
propio líder, convertido en clown a los ojos de su nación. Por cierto, perdió
las elecciones por una deferencia aplastante. La única diferencia es que a otro
le tocará el turno de portar la famosa protuberancia nasal.
09 septiembre, 2012
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