19 abril, 2008

Pecera


El pez rojo ha crecido en exceso. Como consecuencia, apenas cabe en su pecera y debe mantener parte de su escarlata cuerpo fuera del recipiente para no ahogarse. Con esta clase de acomodo pierde agua por salpicaduras y evaporación, y su supervivencia se hace cada vez más difícil. No puede evitar moverse, pues su epidermis corre riesgo de resecarse y sufrir daños severos. Sus ojos, por naturaleza grandes, ahora han adquirido un tamaño desmesurado debido al terror que progresivamente lo invade. Nadie sabe dónde se encuentra este pez rojo; sólo existe este relato.

3 comentarios:

Manuela Fernández dijo...

Por fortuna existen muchos peces rojos, valientes y difíciles de doblegar.

Abol dijo...

Qué borgiano el final!

Sergio P. Migoya dijo...

Sí, muy interesante el remate.

 
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