10 mayo, 2008
Plaza de toros
El toro sale al ruedo con su ajustado traje de lentejuelas y la capa roja colgando de su pezuña derecha. El público lo aclama con una furibunda incondicionalidad. Del corral emerge el torero, desnudo como gusano, y echa a correr embravecido por la pista, seguido de cerca por los caballos de los banderilleros. Con las banderillas clavadas en los lomos ensangrentados, el furioso humano las emprende contra el toro, que espera, calcula, esquiva, provoca, insulta, una y otra vez. Al fin, sometido por el agotamiento, el hombre dirige una mirada de súplica al matador que se acerca, espada en pezuña, a cobrar la vida que le traerá fama. La plaza muge enfervorecida mientras el acero atraviesa el corazón vencido.
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5 comentarios:
oreja y rabo, y un abrazo!
Hola Diego: Este texto hace más contra esa fiesta bárbara que cien panfletos. ¿Sabes que el Parlamento de Canarias hizo una ley donde se prohiben, en este territorio, las corridas de toros, las peleas de gallos y las de perros?... Pobre Café de Chinitas, pobre General que no tiene quien le escriba. Un abrazo. JUAN
Furioso humano...Mata la bestia al animal.
Un saludo! Gustó leerte.
Este es sin duda un relato fantástico, porque los toros no iban a ser tan animales. La montera cayó boca abajo.
primera vez q entro a tu blog realmente el cuento es de una calidad excelente! yo estoy tratando de aprender recien a escribir cuentos!!sos una fuente de inspiracion!
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