La obsesionaba el envejecimiento, sentía terror de convertirse en una anciana de piel ajada, inundada de arrugas y manchas oscuras. Por eso se envolvió en delgadas láminas de papel plástico, igual que las maletas de los aeropuertos o los envoltorios de la carne. Si bien sus ojos quedaron asimétricos, sus finos rasgos aplastados por la presión del film, las cejas deformadas y los rojos labios engrosados, se sintió dichosa. Ni la atmósfera, ni el tiempo, ni los avatares de la vida afectarían su piel. Sonrió para entrar en la inmortalidad y el silencio.
* Ilustración de http://kusari-blah.deviantart.com
3 comentarios:
Excelente cuento Diego, realmente muy bueno desde mi humilde opinión.
Aprovecho para hacerte la invitación a mi blog, sería un gusto verte por ahí.
http://icaro-aleph.blogspot.com/
Un saludo desde México
Atte. Alberto Enríquez
Hola, Diego.
He revisado los últimos cuentos que has colgado y noto una permanente preocupación en relación al accionar humano en la contemporaneidad. No sé si el camino de la literatura sea ese; al menos en relación con el intento de moralizar en forma tácita. Tampoco sé si esa es una de las intenciones. Tal vez la idea es poner de manifiesto una postura en relación a lo humano. Da lo mismo en todo caso.
Una humilde opinión. Que estés bien.
Pues éste no lo veo muy allá, la verdad. A mi entender, por debajo de tu nivel.
Salu2...
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