La inaccesibilidad del poder
José Promis
El Mercurio, Literatura y Libros, domingo 28 de noviembre de 2010
José Promis
El Mercurio, Literatura y Libros, domingo 28 de noviembre de 2010
http://www.mer.cl/modulos/catalogo/Paginas/2010/11/28/MERSTAT023OO2811.htm
Diego Muñoz Valenzuela publicó Flores para un cyborg en 1997. En su argumento confluían mecanismos narrativos de ficción científica, de aventuras escalofriantes y de crítica política para denunciar las alteraciones que el régimen militar había producido en la sociedad chilena de esos años. Varios críticos y comentaristas escribieron favorablemente sobre esta novela, destacando la originalidad de su mundo imaginario, la facilidad de su lectura y el consiguiente agrado y entretención que provocaba. Pero en cuestión de opiniones sobre objetos culturales no existe la unanimidad. Por mi parte, consideré que Flores para un cyborg era una novela que no añadía nada a la obra ya publicada por su autor. Me pareció que la prisa con que había sido escrita se revelaba en su inestable estructura, en la debilidad de sus imágenes y, sobre todo, en el descuido de su lenguaje narrativo.
El autor ha publicado recientemente la continuación de las aventuras de Tom, el cyborg creado por el científico Rubén Arancibia: Las criaturas del cyborg . Su propósito narrativo es ahora denunciar las funestas rémoras de odio y ambición que todavía subsisten al cabo de los veinte años que han corrido desde el retorno de la democracia. Chile se ha transformado en un país ensordecido por la luminosa propaganda del éxito económico, pero bajo su aparente fisonomía triunfalista se ocultan los intereses de ciertos individuos que trabajan incansablemente para recobrar el poder absoluto e impune que detentaban hasta fines de los años ochenta. Estos antiguos mandamases y sus esbirros torturadores se agrupan en la sociedad secreta denominada Génesis, cuyo representante es un misterioso y despiadado personaje llamado don William. Pero otro grupo formado por individuos engañosamente inofensivos, al que pertenece Rubén Arancibia y el cyborg Tom, se dedica también en secreto a perseguir y eliminar a los miembros de Génesis, evitando que logren "esparcir sus huevos de serpiente".
El conflicto entre Génesis y sus adversarios convierte a Las criaturas del cyborg en un relato de radicales y violentos antagonismos. Los integrantes de Génesis son luciferinamente despiadados, mientras que sus oponentes constituyen una galería de personajes sobre los cuales la escritura del autor deposita todas sus simpatías. En su mayoría pertenecen a la clase trabajadora chilena y varios de ellos han sido también antiguas víctimas de la tortura. Los esbirros y sicarios de Génesis son retorcidos individuos que transitan por los más bajos fondos de Santiago, en ambientes adecuados a la putrefacción de sus propósitos y personalidades. Exhiben a la traición, la crueldad y la deslealtad como sus sentimientos dominantes, en notorio contraste con los valores de solidaridad, generosidad y afecto que apoyan el comportamiento de sus adversarios.
A diferencia, pues, de otras novelas contemporáneas que cuestionan esta dicotomía, Diego Muñoz ofrece un mundo imaginario donde el Bien y el Mal son términos absolutos e irreconciliables. Su enfrentamiento comprueba la omnipresencia e inaccesibilidad de los verdaderos poderes que desequilibran el orden social. Como afirma uno de los personajes, los nombres públicos del régimen militar fueron sólo "marionetas del auténtico poder... los líderes de verdad siempre se ocultaron". El cyborg Tom, por su parte, afirma que "quizás existan las antecesoras de las antecesoras de Génesis. Nadie ha investigado las ramificaciones. Podrían remontarse a épocas primigenias, haberse gestado en tierras lejanas, como esas antiquísimas sociedades secretas que perpetúan su poder en las sombras".
Si bien es cierto que esta novela conserva una notoria dureza lingüística que necesitaría mayor pulimento expresivo, su estructura no exhibe la debilidad que manifestaba Flores para un cyborg . Se trata, por el contrario, de un relato bien armado que cumple los requisitos de interesar y sugerir, propios de toda buena novela de ficción científica.
Diego Muñoz Valenzuela publicó Flores para un cyborg en 1997. En su argumento confluían mecanismos narrativos de ficción científica, de aventuras escalofriantes y de crítica política para denunciar las alteraciones que el régimen militar había producido en la sociedad chilena de esos años. Varios críticos y comentaristas escribieron favorablemente sobre esta novela, destacando la originalidad de su mundo imaginario, la facilidad de su lectura y el consiguiente agrado y entretención que provocaba. Pero en cuestión de opiniones sobre objetos culturales no existe la unanimidad. Por mi parte, consideré que Flores para un cyborg era una novela que no añadía nada a la obra ya publicada por su autor. Me pareció que la prisa con que había sido escrita se revelaba en su inestable estructura, en la debilidad de sus imágenes y, sobre todo, en el descuido de su lenguaje narrativo.
El autor ha publicado recientemente la continuación de las aventuras de Tom, el cyborg creado por el científico Rubén Arancibia: Las criaturas del cyborg . Su propósito narrativo es ahora denunciar las funestas rémoras de odio y ambición que todavía subsisten al cabo de los veinte años que han corrido desde el retorno de la democracia. Chile se ha transformado en un país ensordecido por la luminosa propaganda del éxito económico, pero bajo su aparente fisonomía triunfalista se ocultan los intereses de ciertos individuos que trabajan incansablemente para recobrar el poder absoluto e impune que detentaban hasta fines de los años ochenta. Estos antiguos mandamases y sus esbirros torturadores se agrupan en la sociedad secreta denominada Génesis, cuyo representante es un misterioso y despiadado personaje llamado don William. Pero otro grupo formado por individuos engañosamente inofensivos, al que pertenece Rubén Arancibia y el cyborg Tom, se dedica también en secreto a perseguir y eliminar a los miembros de Génesis, evitando que logren "esparcir sus huevos de serpiente".
El conflicto entre Génesis y sus adversarios convierte a Las criaturas del cyborg en un relato de radicales y violentos antagonismos. Los integrantes de Génesis son luciferinamente despiadados, mientras que sus oponentes constituyen una galería de personajes sobre los cuales la escritura del autor deposita todas sus simpatías. En su mayoría pertenecen a la clase trabajadora chilena y varios de ellos han sido también antiguas víctimas de la tortura. Los esbirros y sicarios de Génesis son retorcidos individuos que transitan por los más bajos fondos de Santiago, en ambientes adecuados a la putrefacción de sus propósitos y personalidades. Exhiben a la traición, la crueldad y la deslealtad como sus sentimientos dominantes, en notorio contraste con los valores de solidaridad, generosidad y afecto que apoyan el comportamiento de sus adversarios.
A diferencia, pues, de otras novelas contemporáneas que cuestionan esta dicotomía, Diego Muñoz ofrece un mundo imaginario donde el Bien y el Mal son términos absolutos e irreconciliables. Su enfrentamiento comprueba la omnipresencia e inaccesibilidad de los verdaderos poderes que desequilibran el orden social. Como afirma uno de los personajes, los nombres públicos del régimen militar fueron sólo "marionetas del auténtico poder... los líderes de verdad siempre se ocultaron". El cyborg Tom, por su parte, afirma que "quizás existan las antecesoras de las antecesoras de Génesis. Nadie ha investigado las ramificaciones. Podrían remontarse a épocas primigenias, haberse gestado en tierras lejanas, como esas antiquísimas sociedades secretas que perpetúan su poder en las sombras".
Si bien es cierto que esta novela conserva una notoria dureza lingüística que necesitaría mayor pulimento expresivo, su estructura no exhibe la debilidad que manifestaba Flores para un cyborg . Se trata, por el contrario, de un relato bien armado que cumple los requisitos de interesar y sugerir, propios de toda buena novela de ficción científica.
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