27 marzo, 2012
El mimo asesino
Se presenta en mi departamento al mejor estilo de Marcel Marceau, rostro empastado de blanco arcilloso, cejas muy altas, labios escarlata, párpados oscurecidos y esas rayas debajo y al lado de los ojos. Vestido con una suerte de malla elástica azabache, porta una negra Beretta con silenciador.
Hace una reverencia sin dejar de apuntarme con la Beretta. Me parece un exceso ridículo y se lo digo. Me mira con una mueca compasiva que reconozco como falsa. Derrama unas lágrimas que van arrastrando grumos de maquillaje. Entonces dispara y se escucha como si alguien abriera una botella de champaña. Cierro los ojos.
Cuando los abro me veo tirado en el piso, con un orificio en plena frente, muerto. Me río a gritos y escondo la Beretta dentro de mi malla. Repentinamente sé de quién debo vengarme, y salgo de allí, bailo por las calles, imito a los transeúntes, cosecho risas, aplausos y monedas. Y te busco sin descanso.
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1 comentario:
Guau, me encantó, Diego. Impecable desde la primera hasta la última palabra. ¡Felicitaciones! Gran abrazo.
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