06 octubre, 2012

El poder del dinero 2



Se compró una mansión en Santiago, luego otra en Madrid, un amplio departamento en Tokio y un penthouse en Nueva York. Casi nunca paraba por allí. Pero seguía comprando lugares.
Un ejército de personas trabajaba para él como legión de ilotas: se le prosternaban si era necesario para preservar sus puestos.
Se apoderó de cuanto objeto le pareció deseable; por suerte tenía mal gusto.
Adquirió una esposa bella y complaciente y varias amantes parecidas; una cohorte de rameras bonitas y hasta algunas muñecas robóticas.
Hizo cuanto deseó en su vida perfecta. Incluso logró algo casi imposible: que nadie lo amara. Esa fue su mayor hazaña.

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