Los enanos ayudantes de Santa
Claus no son demasiado astutos y se creyeron la patraña del fin de mundo. Con
sus ahorros de cien años –una cifra moderada, es sabido que el Viejo es cicatero
porque gasta solo en regalos- compraron un programa turístico en las Bahamas. Escaparon
con renos, trineos, estrellas y estelas
de colores. Agarraron una borrachera con viento de cola y no pararon de beber
hasta que el año nuevo estuvo bien entrado.
Santa, desesperado, advirtió la
catástrofe, pero ya no quedaba tiempo. Racionalizó la lista de regalos, excluyó
a las naciones cuestionadas por la OTAN, pero fue insuficiente. Tomó un crédito
con el FMI, externalizó la construcción de juguetes y contrató a varios Courier
para hacer el despacho.
Cuando los enanos quisieron
regresar a su trabajo, era tarde. Santa estaba quebrado y con arresto domiciliario
en un iglú mínimo. Bueno, el mundo no se acabó, pero sí la Navidad. Una pena,
porque se perdieron muchísimos negocios.
2 comentarios:
Llego desde la casa de Javier Perucho, que se ha hecho eco de este micro que me ha robado unas buenas risas.
Sin pedir el correspondiente permiso, me quedaré asomado a tu ventana para volver cuando vea la luz encendida y marcaré el camino desde mi rincón por si algún otro amigo quiere acercarse.
Un saludo,
Un abrazo, Pedro. El mundo sigue ahí, la Navidad también. Lo más importante siguen ahí el humor, la imaginación y el alma.
Un abrazo a la distancia también para Javier Perucho.
Que el 2013 traiga lo mejor
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