Su mujer decía que tenía la cabeza llena de
pájaros. Su madre también lo había afirmado desde que era muy pequeño. Y
también otras personas, bastantes. El oía tales declaraciones y sonreía como
ensoñado, y continuaba en lo suyo, como si nada aconteciera.
No obstante, cuando su mujer corroboró
aquella antigua teoría, él sí se preocupó y fue a practicarse exámenes a una
clínica prestigiosa. El escáner de cerebro arrojó un resultado asombroso que
convocó a millares de galenos provenientes del mundo entero. En la cavidad
craneana, justo en el sitio que debiera ocupar el cerebro, había una jaula repleta de pájaros
de colores que revoloteaban y cantaban como si estuviesen en el paraíso.
El médico intentó calcular muy bien cómo
anunciar este resultado al paciente, pero la realidad era la realidad. No había
cómo adornarla. Al fin se lo dijo de un tirón. Él se quedó mirándolo, con una
extraña sonrisa. “Es lo que quería oír”, dijo. Y se fue silbando como un
pájaro, quizás adónde. Lo único claro es que parecía feliz.
1 comentario:
Seguro que eran colibríes. Hermosa cabeza, quién no pudiera entrar.
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