ENTRENIEBLAS
Autor:
Diego Muñoz Valenzuela
Novela, 143 páginas. Editorial
vicio Impune, 2018
“El tiempo, como era usual, se deslizaba
lento y líquido. Imaginaba que el mundo era un inmenso acuario donde se
desplazaba con morosidad.” (pág. 103)
Es un
libro con la apariencia de un solo personaje central que desarrolla sus
vivencias al modo de un diario de vida fragmentado y que abarca la primera
etapa de la dictadura militar en Chile.
Pero esa estructura narrativa unipersonal no debe tomarse al pie de la
letra en cuanto a la presencia de un único discurso, ya que al menos permite
más de una digresión.
Diógenes,
cuyo nombre no es casual, es un joven de apenas 18 años y que será testigo de
los más aciagos momentos que viviera este país durante el golpe militar del 73
y cuyos efectos inmediatos se expandió por décadas sin que hayan sido
extirpados de la memoria colectiva. Y es
que Diógenes representa, justamente, la conciencia lúcida de quien asumió que estar
en medio de la historia equivalía a ser un actor real, con sus miedos, sus
inseguridades, sus intentos de accidental valentía, sus dudas manifiestas
respecto de la bondad humana, el recelo respecto de sus amigos cercanos, sus mutuas
desconfianzas. Por lo mismo, es cierto, parece un personaje único y sin
embargo, es el espejo oculto de una juventud parcelada, como si se sobreviviera
en compartimentos estancos donde la palabra y los gestos eran el silencio común
de toda una generación perdida.
En fin, ser y estar en el centro de la historia,
mimetizado como uno más de los jóvenes de la época que, de golpe y porrazo,
vieron que el mundo nuevo, el de la solidaridad y la fraternidad, se les venía,
virtualmente, abajo. Los idealismos
caídos por la borda. Las persecuciones como forma de control y exterminio de
los opositores políticos y todo aquello que conlleva la consolidación de una
dictadura que se entronizó en el poder por casi dos décadas.
Luego,
Diógenes, en sus interrelaciones procura desmenuzar el sentido del miedo. Es hijo de un matrimonio comunista, con un
padre ya entrado en años y que ha ocupado un puesto significativo en la vida
cultural. Inmerso en su ámbito
estudiantil Diógenes presiente que, tras los cantos de sirena iniciales de
algunos seudo revolucionarios, la Dictadura ha venido para quedarse. Descree de la lucha de una resistencia que
será incapaz de subvertir el nuevo orden.
Su vinculo con Catalina, una agraciada mujer madura que, a su vez, mantiene
una relación amorosa con Leonardo, un supuesto adalid de la lucha clandestina,
lo mantendrá en las tormentosas aguas juveniles donde la sensualidad y acogida
de aquella será una especie de bastión que lo ayudará a comprender e intentar
soportar el dramatismo de una realidad entrecruzada de muertes, temores,
sospechas y delaciones, que irán dando pábulo a la consolidación progresiva de un militarismo sangriento
que cambiará la perspectiva social, económica, política y sobre todo, humana, del país.
Desde un
eventual atrincheramiento personal, Diógenes recrea su soledad individual
tratando de atesorar alguna imagen que lo saque del descreimiento
generalizado. Sus permanentes suspicacias
entre sus iguales lo llevan a preguntarse a menudo qué sentido tiene vivir
entre tinieblas, sin saber de qué manera se encuentra o se retoma el curso
natural de una juventud que ha sido castrada en sus sueños y expectativas. De qué modo se supera la cadencia de un
tiempo estático donde se asiste a vivir la propia existencia como si fuera
ajena.
De ahí
que, ocasionalmente, se vea involucrado en una que otra actividad clandestina,
más por circunstancias que por convicciones reales. No concilia que sea la fuerza pura o la idea
de una rebelión que signifique la muerte de muchos la forma en que se puede
lograr la derrota de la Dictadura. En su
fuero interno siente que sus ilusiones son las comunes de su edad y por lo
mismo intuye que luchar con las mismas armas de los vencedores es continuar con
una espiral de violencia que no tendrá nunca un fin próximo.
Diógenes constituye
un reducto ético y moral respecto del golpe de estado. Es la conciencia intuitiva de saber y
entender que el tiempo del odio tiene un trayecto doloroso, pero que en lo
profundo de sí mismo y de quienes se enfrentan al oscurantismo hay un germen de
rebeldía natural que ninguna dictadura podrá oprimir para siempre.
Es por lo
que esta novela, escrita con soltura y maestría inherentes a su autor, nos
lleva a indagar en un terreno no del todo explorado en la narrativa post golpe:
escudriñar en la voz juvenil que lidió con los pánicos y horrores dictatoriales
y que se esforzó por no sucumbir en el intento.
Un libro
que debiera ser conocido por las nuevas generaciones para entender y aprehender
que la historia a veces y por desgracia es cíclica y que las conductas humanas,
con todo lo terrible y destructiva que pueden llegar a ser, no las exime, ni
con mucho, de la posibilidad de reiterarse en la vida de cualquier país o
sociedad, incluida, naturalmente, la nuestra.
Juan
Mihovilovich
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