El viejo pascuero estaba sobregirado. Se veía venir la catástrofe desde los años precedentes. Los chicos pedían más y más, sin límites. No fue posible revertir la tendencia. Los bancos hicieron efectivos sus procedimientos de recuperación y lo confiscaron todo: trineos, renos, regalos, enanos, hasta el traje del viejito, que quedó en calzoncillos en pleno polo. Luego vino la debacle: primero quebraron los fabricantes de juguetes, artículos electrónicos, ropa, CD, computadores, libros. Luego, por arrastre, los comercios gigantes y los bancos, y vino esta crisis terrible. Un analista sabiondo –de esos que explican las catástrofes cuando ya han ocurrido- ha dicho que el origen de la debacle estuvo en la codicia de los bancos, en su carencia de espíritu navideño.
23 diciembre, 2007
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