03 septiembre, 2008

Amores insectiles


El hombre araña perseguía a la mujer mosca con evidentes malas intenciones. Al fin la acorraló en un callejón solitario y oscuro. Se aproximó rápidamente corriendo por la muralla con sus precisos movimientos de arácnido. Detuvo su marcha y extendió sus extremidades para envolverla en su abrazo de seda. Notó que sobre la trompa de la víctima había otra artificial, terminada en sendos filtros. Entonces ella extrajo el insecticida del bolso, roció el rostro de su enemigo y se sentó a esperar las consecuencias.

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