13 junio, 2009

Hombre gordo 1


El tipo había engordado tanto que ya no cabía por la puerta. Mediante su laptop solicitaba alimento y manejaba sus inversiones. Afortunadamente no necesitaba trabajar, así que tampoco necesitaba salir. Por otra parte, no habría podido hacerlo: sus piernas eran incapaces de sostener aquel peso desproporcionado. Era un cetáceo varado en una cama gigante, provisto de pequeñas extremidades fofas con las cuales escribía las instrucciones en el teclado. Obtenía todo lo necesario gracias a Internet. Era un enorme molusco rosado buscando satisfacción en la red virtual. Los proveedores dejaron de acudir a su casa, pues el alimento –de variadas clases, incluido el alcohol- se cargaba en receptáculos conectados a tuberías a solicitud del solitario e invisible comprador. Antes de cerrar para siempre su puerta, conectó sus puntos sensibles a robots de estimulación sexual. Se las arregló con el hampa para instalar dispensadores de droga. Finalmente la casa estalló, nadie sabe la causa. Los alrededores eran un asco, cubiertos de grasa, sangre y restos de órganos, tendones y huesos. Pudo ser resultado de un crecimiento grotesco del cuerpo; o una explosión de placer ilimitado; o una simple indigestión.
Pronto se sabrá: tiene seguidores y algunos de ellos se financian mediante contratos con canales de televisión que transmiten segundo tras segundo -como contraprestación y en virtud de un nítido contrato- el desarrollo de los acontecimientos. Algún científico aprovechará esa información, estoy seguro.

3 comentarios:

solanda dijo...

Hola Diego, te escribo desde Ecuador, me enterado de tu literatura por medio de Lauro Zavala. Excelente mini ficción. Yo procuro hacer lo mío desde mi país, te envío la dirección de mi página:

http://ellugardelasapariciones.blogspot.com

Este es un género muy manido y que se tiende trivializar pero realmente buena, poca

¿Cómo conseguir libros tuyos?
Saludos
Sol

solanda dijo...

Diego, este es el texto " la mujer que amaba a los hombtes" lo otro a lo que te refieres es una ¿cosa? un ¿ejercicio? está en construcción.

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Un hombre que era tan cruel, pero tan cruel, que cada vez que estábamos juntos me aseguraba -sexo en mano- que esa era la última...y permanecía convencido de eso hasta el siguiente encuentro. Un hombre que era tan etéreo y tan fluido, que dormir a su lado era una experiencia mística: cuando se levantaba del lecho, había que sacudir las sábanas (por eso de las plumas, y dejar secarla al sol, por aquello del agua). Un hombre que concluyó conmigo que en lugar de ser amantes éramos rivales: intentando acabarnos mutuamente, nos retamos a un duelo de palabras, del que salimos heridos donde más nos dolía, que era en el lenguaje. Un hombre que era tan gracioso, pero tan gracioso, que nadie lo podía tomar en serio. (ni siquiera yo) Un hombre que era tan pragmático que no toleraba las despedidas, por eso hacía el amor con los ojos cerrados, para evitar extrañar, para evitar ir partiendo. Un hombre que decía que el sexo era la mejor forma de amistad que conocía, por eso tenía muchísimas amigas. Un hombre que olía a tierra, pero en él no se podía sembrar ningún desasosiego. Un hombre que en lugar de entrar, salió de mi vientre. Un hombre que era tan rápido que no lo vi venir. Un ser disfrazado de hombre, al que jamás conocí como ser humano. Un hombre que era tan elegante, que hacía el amor con guantes puestos. Un hombre tan alto y tan frondoso como una arboleda, que provocaba ir hasta él y perderse. Un hombre que está por venir, al que yo espero, mientras me dedico a amar a los hombres".
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hembradragon@yahoo.com
S.

muñoz valenzuela dijo...

Bueno, me confundí con el texto. Este es bellísimo, pleno de singificado. Qué maravilla de homenaje al amor este microrrelato. te felicito.

Diego

 
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