14 enero, 2010

Asunto de procesiones


Bailó dos días y dos noches sin parar, con el traje rojo con lentejuelas y la colorida máscara de diablo. Tras la efigie de la virgen sagrada danzó en honor de dioses perdidos en el tiempo. Tenía el atavío pegado al cuerpo sudoroso y su aliento era más bien una vaharada infernal. Entró al baño, extrajo con cuidado la horrible máscara frente al espejo y la depositó junto al lavatorio. Desde el reflejo lo observaba un rostro verdoso, con ojos rojos como ascuas, dientes filosos y cachos curvados. Sonrió satisfecho: realmente su máscara era una caricatura grotesca.

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