El error de la teoría Darwin deriva de un evidente simplismo. Sostuvo que la semejanza morfológica sería el criterio determinante para establecer los ciclos evolutivos de las especies. Ergo, ya que nos parecemos a los primates, descendemos de ellos. Un mecanicismo brutal, porque basta sentarse en un banco y ver pasar personas para descubrir que descienden del hipopótamo, del gato, del camello o de la rata, por mencionar casos comunes.
En mi caso, he concluido que desciendo del lobo. Lo baso en evidencias mucho más fundamentales que la pilosidad excesiva, el largo de mis colmillos o la mirada hambrienta y penetrante. Mi naturaleza se revela en la preferencia por las mujeres que descienden de las borregas o de las gallinas; ellas son mis presas predilectas por su mansedumbre e indefensión.
No obstante, de vez en cuando caigo en manos de la descendiente de alguna sierpe. Soy extremadamente sensible al poder hipnótico de sus miradas. Me torno sumiso y obediente. Entonces pienso que quizás el lobo desciende del cordero, y que eso justifica que el hombre sea el lobo del hombre.
21 noviembre, 2010
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1 comentario:
"No obstante, de vez en cuando caigo en la mano de la descendiente de alguna sierpe."
No sabes lo identificado que me sentí con eso!! Un abrazo
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