05 febrero, 2011
Fisuras en la realidad
Recién amanece y se levanta para ir a trabajar. Descubre que el mundo está inclinado, unos diez grados en el eje norte sur. El norte está más arriba, como en los mapas. Sin embargo, va descubriendo que él es el único que percibe este desnivel; ni siquiera el agua lo reconoce, pues los ríos, los arroyos y cualquier efluente no lo obedecen. El mundo sigue operando como si la pendiente no existiese.
No obstante a él le cuesta caminar hacia el norte, porque va cuesta arriba. En el otro sentido la tarea se facilita. Y para el eje este oeste, la movilización adquiere –sólo para él- un ribete de cojera francamente insoportable. Sabedor de su especial condición, se traga la rebeldía y no rechina a causa de las molestias. Y como el hombre es animal de costumbres, al fin termina por asimilarse; y hasta encontrarle ciertas ventajas a la situación.
Pero como nada es fácil en la vida, un día el gradiente amanece en la dirección este oeste. Todo de nuevo. Lo soporta con estoicismo, hasta que de nuevo se acostumbra. Y ahí vuelta a cambiar: el mundo vuelve a recomponerse. Así se va dando una sucesión impredecible. A veces la gradiente es más cuantiosa; de otra parte, el eje ya no responde a orientaciones exactas de la brújula.
Él procura seguir viviendo como si nada extraordinario aconteciera. Convive con la tremenda desazón de ser el único testigo de esta arbitrariedad, sorprendido de su mansedumbre. Y sobre todo, de su silencio.
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4 comentarios:
Pasar desapercibido como sea. Aunque por dentro nos sintamos violentos, de tanto acatar y asentir. Muy lúcido.
Un abrazo
Es lo que siento que nos pasa, Gemma, gracias y un abrazo
Y que tal si todos pensaban exactamente igual, pero nadie se atrevía a alzar la voz??
Ser parte de algo más grande que uno es siempre tan importante... ser único, es lindo, pero nadie se atreve realmente a jugarsela.
Gracias Diego.
Y eso es, Juan Pablo, cada cual guarda silencio y construye la soledad y el desamparo
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