a Freddy Jarvis y a mi padre
que estarán conversando por ahí,
en alguna parte. Eso creo
Sobre la mesa de madura rústica sumergida en
el reinado de la media luz, cubierta en parte por un mantel rojo deshilachado,
descansa el cántaro de greda en cuyo interior se adivina el agua fresca.
Alrededor, casi cayendo de un pequeño plato, un limón, una naranja, una manzana
rojísima, un gajo de uvas grandes y negras; más allá una granada abierta, a medio
consumir.
Lo que no se aprecia en el óleo es el cuerpo
del pintor, derrumbado frente al atril, retorcido en una mueca de dolor, ni los
pinceles desparramados, ni la paleta manchada goteando pintura sobre el piso.
Tampoco la indiferencia, el olvido, la soledad, el amor, los sueños perdidos.
Sin embargo, están allí.
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