Al momento de saludarlo, el tipo me pareció un lobo hambriento, lleno de dientes destilando la saliva de su furia asesina. Decidí describirlo utilizando las técnicas de Jack London.
A medida que fui escuchando su discurso meloso, fui convenciéndome que más bien era un burdo pirata susceptible de asimilar a la historia de Stevenson, o quizás al mundo de Salgari.
Siniestro, mortecino y cruel se revelaba a cada palabra, y parecía emanado de una historia de Mary Shelley o Brahm Stoker.
Cuando finalmente me despedí de él con cierta distancia, me pareció más bien una cucaracha y decidí eliminarlo mediante procedimientos kafkianos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario