En el colegio: uno era estudioso,
el otro flojo y bueno para hacer la cimarra. Uno solía compartir su colación
con los compañeros de curso; el otro se escondía para devorar la suya solo,
incluso le robaba a los demás apenas tenía ocasión.
En el liceo: uno seguía siendo
estudioso, pero participaba en política. El otro continuó su trayectoria como
holgazán adicto a toda clase de trampas para aprobar las materias. Uno se
convirtió en un buen lector, el otro en un televidente fanático.
En la universidad: uno entró a la
carrera que quería, el otro también, con mucha suerte. Uno avanzó en la carrera
velozmente, gracias a su dedicación. El otro avanzó, pero con gran morosidad y
toda suerte de triquiñuelas.
Uno fue apresado y enviado a una
casa de tortura. Se rumorea que el otro lo denunció, pero no hay pruebas. Por
fin uno, tras indecibles tormentos, partió al exilio. Allí terminó una carrera
brillante.
Cuando uno regresó a su país, el
otro estaba investido de altos cargos. Aquello no dejó de sorprenderlo. Uno asumió labores como académico. El otro
amasó una fortuna gracias al tráfico de influencias. Puede verse cada día en
los noticieros de televisión. Uno, en cambio, sigue en lo mismo. Tiene una casa
pequeña y muchos amigos.
No hay moraleja, ni menos
maniqueísmo. Pudo ser todo al revés. Eran muy parecidos en todo: origen,
fuerza, inteligencia. No es una historia sobre usted o alguien que conozca. Es
solo una historia. Nada más que eso.
1 comentario:
Qué buen relato!!!
El Uno y el Otro es una rica sinopsis de la realidad. Aunque debía de ser así, podía haberse torcido en cualquier momento del devenir de la historia.
Me ha encantado la forma y el contenido.
Saludos, Diego.
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