Delgada, de piel alba y piernas infinitas.
Sus ojos profundos me cautivan al instante. Siento que puedo hundirme en esa
mirada y disolverme en la nada. Basta que sacuda sus largas pestañas para
enloquecerme. Caigo de rodillas, prosternado, y me aferro a sus piernas
demasiado huesudas. Su falda se entreabre para revelar la realidad. Entonces
oigo el acero cortando el aire y alcanzo a percibir la refulgencia de la
guadaña. Debí adivinarlo…
29 junio, 2013
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