Cuando entro a mi casa, lo primero que veo es el muñeco
despaturrado sobre el sillón del estar, con elegante traje y corbata,
traspasado de alfileres de puntas perladas y redondas. Aún así como está,
clavado y carente de vida, me observa con su mirada muerta. Entonces siento las
puntadas, aúllo de dolor, pero mi voz no alcanza a salir de su fosa negra y
profunda.
02 agosto, 2013
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