para Javier Perucho
La sirena ha despertado
convertida en cefalópodo bajo su ombligo
perfecto. Se mantiene reclinada cómodamente sobre una chaise longue, afirmada
por sus brazos ebúrneos. Con uno de sus ocho tentáculos sostiene un espejo de
plata donde refleja su belleza sin par. Otra de sus extremidades enjuga un
pañuelo humedecido por la conciencia de su terrible aspecto. El tercero cepilla
su cabello con peineta de oro. Los restantes miembros ondulan al ritmo de las
olas marinas que estallan muy cerca, furiosas y admirables. Ay de los
pretendientes que caigan en su celada.
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