Dios es enorme, infinitamente
grande. Lo contiene todo, lo que vemos y no vemos, lo que sabemos que existe y
aquello que ignoramos. Es un todo superior a cualquier concepto de inclusión
que podamos imaginar.
Los herejes afirman: así resulta
trivial demostrar su presunta existencia ante una mente frágil. Sin embargo, agregan,
el argumento de la totalidad sólo viene a constituirse en el superlativo de la
ampliación de los límites.
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