30 septiembre, 2005

PROPOSICIONES PARA UNA TAXONOMIA DEL ESCRITOR

Hay quien recomienda - lamentablemente con bastante razón - leer a los escritores y no conocerlos en persona. La verdad es que muchas veces resulta decepcionante el encuentro en vivo, producido al margen de los textos, sobre todo en esta nueva era donde dominan la fanfarria y el mercado. Pero al conocerlos surge, con el transcurso del tiempo, la tentación de taxonomizarlos, agruparlos en categorías bien definidas de personajes que pueden ser reconocidos con cierta facilidad si disponemos del modelo adecuado. Eso es lo que trato de esbozar en lo que sigue, a modo de contribución al develamiento de nuestra criticable especie.

La primera clase que me viene a la cabeza es la de los Excritores, aquellos que alguna vez escribieron un libro (en general, de escasa trascendencia e ínfimo valor) y viven de la gloria remota y las más de las veces presunta, asistiendo profusamente a conferencias, recitales y seminarios, siempre atentos a pontificar sobre cualquier tema y a criticar con dureza, sobre todo a los colegas más productivos. Los excritores tienen una elevada tendencia a afiliarse a entidades que remarquen de manera visible su condición de escritor, y persiguen con denuedo y ansiedad investirse de cargos que pongan de relieve sus méritos.

En el otro extremo encontramos a los Excretores, que se dan maña para publicar con altísima frecuencia, muchas veces abarcando varios géneros (ojalá todos), sin poner cuidado en la calidad de la materia escrita que lanzan al medio ambiente sin la más mínima consideración por la polución intelectual que provocan; toman por asalto los salones literarios y disputan el protagonismo con los Excritores. En un mismo año pueden publicar varios libros: poesía, teatro, novela, ensayo, cuento, causando la envidia de los excritores, aunque éstos declaren que su aporte ya asume proporciones satisfactorias.

La farándula del mercado ha traído consigo a la nueva especie predadora de los Exitores, ávidos lectores de la lista de libros más vendidos, ilustres defensores de la irrupción del libre mercado en los gustos literarios de las masas, e iluminadores de los encuentros más selectos y exclusivos, donde pueda escucharse -parafraseando a Lennon- el sonido cantarino de las pulseras de oro y diamantes; muy sensibles a la depresión que produce el olvido cíclico de sus "clientes", siempre atentos a buscar nuevas marcas bien guiados por las inclementes artes del marketing.

Por otro lado, los Inclitores son las "vacas sagradas", tocados para envidia de sus congéneres por la varita mágica de los premios relevantes, que viven esta condición con diferentes grados de dignidad. Por cierto que no faltan los que sufren el tormento de la tentación de sobrepasar vallas mayores. El Premio Nacional, magramente otorgado cada dos años (dicho sea de paso, por una ley mezquina que no reconoce una de nuestras escasas competencias a nivel internacional, y que demora demasiado en cambiar por la inacción propia de nuestro estado en materia de cultura), causa variadas obsesiones y enfermedades entre los inclitores, debido a sus veleidades extremas: demora demasiado en llegar, o bien no llega jamás. Afortunadamente hay otros que escriben, hablan con cautela, reciben los homenajes con humildad y siguen siendo los que siempre fueron.

Los Escrutores resultan especialmente temibles en las escasas reuniones dedicadas a analizar nuestra literatura. Todo lo saben, tienen una opinión sobre cada piedra que pueda levantarse, hablan como si sus frases estuvieran siendo simultáneamente grabadas en bronce, convencidos de que su paso por el mundo dejará más huella que el cometa Halley. Suele existir una ruda y amplia brecha entre sus palabras y su obra creativa.

Los Inscritores son los que se afilian a cuanta sociedad, asociación, ateneo o taller encuentren a su alcance, buscando acumular credenciales, diplomas y actividades curriculables que puedan sustituir de manera eficiente el lento reconocimiento a una obra sólida que se da en nuestro modo de existencia. Compiten con los escritores por la dirección de las organizaciones.

Los Escriptores generan textos tan complejos que nadie pueda atreverse a criticarlos; así logran un temprano reconocimiento; nadie osa atacarlos por temor a quedar como ignorantes o como imbéciles, nadie desea ganar su ira porque suelen estar bien conectados. Lo críptico es seguro, quizás se venda poco, pero se asegura la participación en congresos internacionales y el espacio en revistas de elite.

De moda están también los Escrotores o Esclitoris que han sabido identificar los beneficios de la literatura erótica, confundiendo lo subido de tono o la descripción brutal con sensualidad, que depende mucho más de la atmósfera de voluptuosidad que debiera afirmarse en la sugerencia del lenguaje.

Suficiente por ahora, espero contribuciones de los que puedan concordar con esta taxonomía preliminar. También espero comentarios y ataques de quienes piensen que el sayo no les gusta, pero que les viene.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Ahora que quizás, en un año de calma,
piense: la poesía me sirvió para esto:
no pude ser feliz, ello me fue negado,
pero escribí.

Escribí: fui la víctima
de la mendicidad y el orgullo mezclados
y ajusticié tambiéna unos pocos lectores;
tendía la mano en puertas que nunca, nunca he visto;
una muchacha cayó, en otro mundo, a mis pies.

Pero escribí: tuve esa rara certeza,
la ilusión de tener el mundo entero entre las manos
- ¡qué ilusión más perfecta! como un cristo barroco
con toda su crueldad innecesaria -,.
Escribí, mi escritura fue como la maleza
de flores ácimas pero flores en fin,
el pan de cada día de las tierras eriazas:
una caparazón de espinas y raíces.
De la vida tomé todas estas palabras
como un niño oropel, guijarros junto al río;
las cosas de una magia, perfectamente inútiles
pero que siempre vuelvena renovar su encanto.

La especie de locura con que vuela un anciano
detrás de las palomas imitándolas
me fue dada en lugar de servir para algo.
Me condené escribiendo a que todos dudaran
de mi existencia real
(días de mi escritura, solar del extranjero).
Todos los que sirvieron y los que fueron servidos
digo que pasarán porque escribí
y hacerlo significa trabajar con la muerte
codo a codo, robarle unos cuantos secretos.

En su origen el río es una veta de agua
- allí, por un momento, siquiera, en esa altura -
luego, al final, un mar que nadie ve
de los que están broncéandose la vida.
Porque escribí fui un odio vergonzante,
pero el mar forma parte de mi escritura misma:
línea de la rompiente en que un verso se espuma
yo pude reiterar la poesía.

Estuve enfermo, sin lugar a dudas
y no sólo de insomnio,
también de ideas fijas que me hicieron leer
con obscena atención a unos cuantos psicólogos,
pero escribí y el crimen fue menor,
lo pagué verso a verso hasta escribirlo,
porque de la palabra que se ajusta al abismo
surge un poco de oscura inteligencia
y a esa luz muchos monstruos no son ajusticiados.

Porque escribí no estuve en casa del verdugo
ni me dejé llevar por el amor a Dios
ni acepté que los hombres fueran dioses
ni me hice desear como escribiente
ni la pobreza me pareció atroz
ni el poder una cosa deseable
ni me lavé ni me ensucié las manos
ni fueron vírgenes mis mejores amigas
ni tuve como amigo a un fariseo
ni a pesar de la cólera
quise desbaratar a mi enemigo.

Pero escribí y me muero por mi cuenta,
porque escribí porque escribí estoy vivo.

ENRIQUE LIHN

muñoz valenzuela dijo...

Gracias por recordarnos este extraodinario poema de Enrique Lihn

Anónimo dijo...

Si ser poeta significa poner cara de ensueño,
perpetrar recitales a vista y paciencia del público indefenso,
inflingirle poemas al crepúsculo y a los ojos de una amiga
de quien deseamos no precisamente sus ojos;
si ser poeta significa allegarse a mecenas de conducta sexual dudosa,
tomar té con galletas junto a señoras relativamente deseables todavía
y pontificar ante ellas sobre el amor y la paz
sin sentir ni el amor ni la paz en la caverna del pecho;
si ser poeta significa arrogarse una misión superior,
mendigar elogios a críticos que en el fondo se aborrece,
coludirse con los jurados en cada concurso,
suplicar la inclusión revistas y antologías del momento,
entonces, entonces, no quiero ser poeta.
Pero si ser poeta significa sudar y defecar como todos los mortales,
contradecirse y remorderse, debatirse entre el cielo y la tierra,
escuchar no tanto a los demás poetas como a los transeúntes anónimos,
no tanto a los lingüistas cuanto a los analfabetos de precioso corazón;
si ser poeta significa enterarse de que un Juan violó a su madre y a su propio hijo
y que luego lloró terriblemente sobre el Evangelio de San Juan, su remoto tocayo,
entonces, bueno, podría ser poeta
y agregar algún suspiro a esta neblina.
EDUARDO LLANOS MELUSSA

Gabriel Mérida dijo...

y tú de cuales eres?
saludos,
gabriel

Anónimo dijo...

También están los Izcritores, los escritores cuya bandera y tema principal es la lucha o fue la lucha contra la dictadura, presente por siempre en sus vidas, si no eres un Izcritor, me da la impresión de que entonces no tienes valor como escritor no?
Y conste que no soy de derecha, soy solamente indiferente a izquierdas y derechas, igualmente corruptas, igualmente sectarias y crueles en un país y en mundo que si, necesita el respeto a la diversidad, pero no el machaqueo y el desprecio y descalificación constante a las diferencias que constituyen esa diversidad.

Sofía Aldunate.

Anónimo dijo...

Sofia, ¿piensas que luchar contra una dictadura implica ser de izquierda? ¿desprecio a alguien por su opción política en este texto o en algún otro? ¿hago proselitismo para alguna opción que identifiques?

esto para seguir conversando


Diego

 
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